domingo, 1 de abril de 2018

Vuelve la dolorosa derrota

  Playa de la Yerbabuena
Barbate

Playa del Carmen
Barbate

Francisco Javier Gómez Izquierdo

       En Barbate, donde me abandoné desde el Jueves Santo a la más absoluta tranquilidad, tuve la mala ocurrencia de concertarme con el chico para con una clave, su ordenador, un cable y el chico sabrá qué más intendencia, ver el 2-1 de un Numancia-Córdoba que nos llamaba con ansiedad. ¡En qué hora!

       Con lo bien que sabe el atún acabó por agriársenos cuando el niño Guillermo del Athletic sentenció con un gol que nos devolvía más de un fantasma. ¡No podemos volver a la caraja del otoño-invierno! ¡No puede Loureiro olvidar lo aprendido y despistarse con el canto de un jilguero! Mucho menos Kiesceck, nuestro portero polaco, que pareció contagiarse del lateral gallego y salió...¿dónde y a qué? Ante las faltas laterales volvimos a parecer víctimas indefensas de pelotones de fusileros y de nuevo en Soria hasta nuestros mismos peones desviaron  la bala del 1-0 a los delicados corazones cordobesistas.

    Reyes juega desde el principio y aunque no tengo claro que sea lo conveniente es evidente que su visión de juego da balones de gol. Lo que se precisa es meterlos y como ayer Guardiola estuvo especialmente torpe, Jovanivic precipitado y Narváez ausente, el resultado es una nueva dosis del pesimismo que creíamos haber espantado.

     En mis paisanos numantinos casi no me fijé porque el partido lo vimos rodeados de cordobeses a los que no les gusta el fútbol y entre pon otro cafelito, pasa una torrija y el Esparraguero sí que pudo salir, pero noté que en la primera parte nos cogían al contraataque; que los laterales sorianos, sobre todo Saúl, cedido por el Dépor, eran vulnerables, y que Íñigo Pérez es el faro de un equipo, discreto y cumplidor como corresponde a un Segunda División, que se sabe en su sitio natural.

     Debía ser un partido sin historia en fechas en las que los aficionados dejamos que nos cuente el periódico las incidencias. Un partido del que yo esperaba un buen resultado, pero está demostrado que mis paisanos pelendones son reacios a la relajación de las fechas  o la caridad con los necesitados, sobre todo si a tal necesidad se ha llegado por indignidades harto reprochables.
     Para arreglar la tarde ganó el Alcorcón en Oviedo. Aquí estamos de nuevo. Con las maletas deshechas y el ánimo inquieto ante dos meses primaverales que amenazan tardes borrascosas.