domingo, 15 de abril de 2018

El gol del empate de Osasuna, una obra de arte de Borja Lasso de la Vega

 Borja Lasso, torero

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Francisco Javier Gómez Izquierdo

      Antes del partido en El Sadar, mi peña veía con buenos ojos un empate ante uno de los equipos, en teoría, aspirantes al ascenso. El Córdoba ha empatado a uno en Pamplona y a  mí me parece escaso un punto, porque creo que pasan las jornadas, se van reduciendo las posibilidades, los equipos necesitados también suman y me inquieta, sobre todo, no aprovechar la ocasión cuando se presenta.
     Esta mañana se ha presentado. Aparecía Osasuna sin Torres, no sé el porqué; sin el zurdo y veloz Clerc, lesionado; y sin De las Cuevas, en el que el míster Diego Martínez va perdiendo confianza. La tiene en el joven Borja Lasso, al que se trajo del Sevilla Atlético que entrenó el pasado año y al que junto a Ivi, hoy en el Levante, auguramos en este blog venturoso porvenir en el oficio. Borja Lasso es tímido, un tanto enclenque y no muy alto. Las mismas características que un Sarabia, no Manolo, sino José Luis, pamplonés que formaba parte de la plantilla osasunista en el 86, cuando un servidor era abonado del “equipo rojillo” y me decía años después defendiendo al Burgos que con su físico, 1,70 y 70 kilos, no tenía ningún futuro en Pamplona. “Hombre..., y Robinson, Ziganda, Goiko, Martín Monreal e incluso Pepe Mel, son también palabras mayores”, le apuntó un servidor. ¡Tiempos aquellos de gloria osasunista! Borja Lasso es centrocampista, no delantero como Sarabia, y anda sobrado de virtudes técnicas, pero carece del descaro necesario para intimidar a los rivales. Pero ¡claro!, los futbolistas dotados con el gen del talento puede que no se prodiguen y pierdan categoría, pero de vez en cuando les sale una obra maestra que los hace inolvidables, y a Borja Lasso le ha venido la inspiración a la una y cuarto de esta mañana. El Córdoba tenía el partido de cara. Imprecisiones navarras y andaluzas, muchas faltas, ninguna ocasión, fútbol trabado y pesadote típico de Segunda y cierta euforia blanquiverde gracias a un gol de Javi Galán que aprovechó una balón preciso enviado por Guardiola tras robárselo al defensa Oier que se había metido en un lío morrocotudo. Los veteranos delanteros Xisco, nuestro Xisco, al que Carlos González llamó J&B en la radio, y David Rodríguez, ese Schevchenko de Talavera de la Reina, ni recibían balones ni parecía preocuparles.

     A la hora de partido la pelota de un córner desde la izquierda es escupida por varias cabezas hasta que llega a la cabellera de Aridane, el futbolista más visible de toda la Segunda, que la baja unos metros fuera de la esquina del área grande hacia la pierna izquierda de Borja Laso de la Vega –no me negarán su nombre de poeta-  para que éste compusiera y lanzara toda una oda  al gol y consagrara el larguero y la escuadra izquierda de la portería de fondo norte de El Sadar como el punto exacto donde al Platko polaco del Córdoba le clavaron los mejores versos. 
    
A nosotros nos faltaba Reyes, es cierto, pero Osasuna me pareció víctima propicia. De hecho pudimos y debimos marcar al menos otro gol, pero ¡ay! estamos condenados a sufrir. ¡Ah, Osasuna tampoco está para subir!

    Acabo de comer y no sé qué pasará esta tarde, pero ayer el Alcorcón empató fuera de casa y ganaron el Reus y la Cultural, tres de los nuestros. La gente de mi peña dice que no podemos perder la fe. Habrá que hacer caso.