miércoles, 14 de febrero de 2018

Hablando de langostas


Jordan Peterson

Estrella Castro

Hughes
Abc

Me ha sorprendido el éxito de la entrevista (buena entrevista) que Cayetana Álvarez de Toledo hizo a Jordan Peterson para El Mundo. Miles de visitas, cientos de miles, según informaba algún periodista de allí. Quizás vayan ya por el medio millón. Lo vi personalmente en Twitter. Todo el mundo hablaba maravillado de la entrevista.

Reconozco que no sé mucho de Peterson. Cuando saltó a la fama cósmica me produjo pereza. Desconfío de él primero por cosas absurdas (su cara y el caracolillo que se deja), y por prejuicios como su uso de Youtube y la naturaleza excesivamente combativa de sus fans. Que me dé pereza no significa que no lo respete. No he leído sus libros y sólo hablo de esa propensión personal a la cautela que cada uno tiene y que en mi caso se dispara con cosas determinadas. Por ejemplo, con las citas de Solzhenitsyn. En esto soy benetiano. Leí con placer y también como un deber Archipiélago Gulag, pero Solzhenitsyn y el gulag son el equivalente a Hitler en las conversaciones con alguien de derechas. La Ley de Godwin podría aplicarse perfectamente a esto. A medida que la conversación con alguien de derechas sobre un tema político avanza, la probabilidad de que salga el gulag tiende a uno. También tengo dificultades serias para tomarme en serio a alguien que usa la expresión “hombres débiles” o que divide el mundo, aunque sea el animal, en ganadores y perdedores. No puedo, es una debilidad personal. Siento que estoy ante un Cremades o un Ajram con todo Nietzsche en la cabeza.

El caso es que el éxito de la entrevista de Peterson me asombra por dos cosas. La primera es su contenido. Me parece que presenta alarmantes rasgos de lo que quizás podría denominarse un batiburrillo intelectual. Va de lo irracional a lo científico con una facilidad llamativa y su recurso a los animales me parece cuestionable. La explicación de las langostas me deja boquiabierto. Las langostas triunfadoras producen más serotonina que las débiles, y de esto se concluye, si no entendí yo mal, la evidencia de una jerarquización natural. Hasta su visión del reino animal me parece lúgubre. Probablemente sea más realista que la disneyficación habitual, pero eso de ver a las langostas como a yuppies enfarlopados en el éxtasis del ciclo financiero me alarma. ¿Todo el reino animal es así? ¿No hay otras formas de relación? ¿No hay, no sé, cervatillos altruistas o mirlos desesperados por la consonancia con otros mirlos? ¿Es todo así, fieras langostas? La langosta triunfadora es feliz, o eso pensamos (aunque la felicidad animal me excede. ¿Sentirá la langosta también que “la felicidad son momentos”?), y eso significa que la jerarquía está en el mismo tejido de la existencia y de la naturaleza. Eso nos dice.
De modo que la desigualdad económica es un “fenómeno enraizado en la naturaleza”.

Habla también de orangutanes y simios, y desconfío de quienes validan un argumento en función de lo que hace una comunidad de primates en una aldea africana. Lo considero estimable y muy científico y mi ignorancia no se atrevería a ponerlo en cuestión, pero… ¿ha de cambiar mi actitud hacia hechos humanos por lo que un chimpancé haga o deje de hacer después del coito? Me parece un humanismo muy poco humano. Me incomoda que mi “ética” tenga un origen simiesco. La insistencia en la biología me parece excesiva, aquí y en general. Peterson acude a la ciencia del comportamiento, a las langostas y a los orangutanes para darle a la jerarquía un sentido natural. Y la validación científica de la jerarquía me parece un asunto… ¿delicado?

Y me asombra que quienes vieron fascismo en la elección de Trump no se escandalicen (y no sólo no se escandalicen, sino que se vuelvan locos y unas auténticas cheerleaders) por algo así, por la fundamentación “biológica” de cosas como la jerarquía y el orden social. ¿Hablamos de hormigas en lugar de langostas? Técnicamente, eso estaría más cerca del “fascismo” que la reconsideración demagógica de una política migratoria. En mi “fascistómetro” personal al menos la flechita sube más.

Y no digo que lo sea, no he leído su obra (doce pasos hacia no sé qué felicidad), pero me FASCINA que quienes nos alertaban del fascismo nos presenten después precisamente esta “crema de la intelectualidad”. (Es la primera vez que recurro a las mayúsculas, mi fascinación es casi histérica).

Detrás de todo esto hay un asombro mayor. La recepción e incomprensión del Trump vs Clinton en España, del que ya hemos hablado mil veces, iba a ir transformándose con los meses. Estaba claro. La oleada feminista (que se descarga con mayor virulencia también por Trump y contra Trump) iba a llegar a España, el debate intelectual y político iba a llegar y entonces… ¿qué iba a hacer la derecha antitrumpiana, feroz y hasta hirientemente antitrumpiana? Estaba más o menos claro, y es un delicioso espectáculo de volatines y contorsiones periodísticas que yo disfruto cada mañana (es más, que me ayuda a vivir, que me da una razón para levantarme cada mañana), pero lo que no podía imaginar es que iba a ver encumbrado a Jordan B. Peterson de un día para otro. Porque hay cosas chirriantes en él. Una excesiva simplificación del posmodernismo, y una mezcla peculiar de ciencia e ideología.

Hay cosas cómicas aquí. Que el centrismo español, o mejor, que el supercentrismo español, el centrismo radical español aplauda a Peterson se contradice. Porque el centrismo recoge mucho de la izquierda, de la posmodernidad y de cierta interpretación de la ilustración, y este autor, autor youtuber, arrasa con todo. Todo es neomarxismo conspirativo en la genealogía del gulag. La falta de finura de Peterson… ¿le gusta al centrismo? Los “ciudadanistas” y el “soft peperismo monclovita”… ¿piensan realmente eso? Que el centrismo madrileño, es decir, el centrismo radical -que se expande tanto como sube, ¡que no se está quieto!- aplauda a Peterson me asombra. De todo lo que podía y debía decirse contra el feminismo radical… ¿era Peterson lo recomendable? Peterson me parece así de primeras como una némesis de Trudeau. Una cosa excesiva, exótica, no del todo comprensible y ponderada. Como muy lejana. Como muy canadiense. Es decir, anglosajón de forma casi paródica.

Pero… ¿he dicho Trudeau? ¿Cómo se puede estar con Trudeau en 2017 y con Peterson en 2018? Creo que siendo centrista español.

(¿He de meter la langosta en mi bestiario centrista? ¿Es la langosta la gran mascota de la derecha, el animal de la derecha? ¿Es comerse una langosta el súmmum de muchas cosas?)

En el fondo se percibe algo casi inquietante y también un poco aburrido. La fundamentación biológica y más o menos científica de las jerarquías es algo muy europeo y muy español, muy nuestro. Por eso, el espectáculo del populismo y de la democracia americana les parecía posible fascismo, pero la fundamentación científica del orden jerárquico les suena bien. Eso no les molesta, eso no les chirría. La movilidad capitalista de Trump, su ir y venir de la cima a la ruina, su verborrea y su ideología de hombre hecho a sí mismo (aunque con alguna ayuda de papá) era aquí sospechosa de fascismo. No así la idea de una invariable jerarquía inscrita en la misma naturaleza de las cosas.