martes, 9 de mayo de 2017

Molière



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Para contar el tartufismo de los Tartufos del Consenso con motivo de las elecciones francesas hace falta un Molière, y no tenemos.
La UE es un teatro chino donde frau Merkel, que se crió en el Este, mantiene el ascua (arrimada a su sardina) de la Guerra Fría que ya no existe. ¡Propaganda sin guerra! Con eso, si al oír el nombre de Macron levantas una ceja, es como si levantaras el brazo, y te llevan a la cheka de papel como en el Madrid de Foxá se llevaban a la checka de Alberti a quienes levantaban la mano para parar un taxi. Hay Tartufos que, por decir en sus tertulias “Allez, Macron!”, creen haber detenido las divisiones de Hitler, que ahora son las de Putin. ¡La Nueva Resistencia! Sólo que, como decía Dostoyevski de la Santa Rusia, la Laica Europa está en peores condiciones que nadie para ofrecer resistencia a nada.

¿Qué es Francia?

Renan (de quien nuestro Ortega toma las “ortegadas” de su España invertebrada) la explica en términos de “olvido”, el olvido como esencia de la nacionalidad: los franceses han “olvidado” su diversidad cultural originaria.
El francés medio sabe que bebe vino, tiene una condecoración y está pez en geografía.
Esa bendita amnesia hace que Francia sea lo que es: la clase media (“la bourgeoisie!”) más conservadora de la Tierra. Su Revolución (y esto lo aclara con soberbia agudeza Tocqueville) fue para volver al Antiguo Régimen. Gracias a De Gaulle, dispone de un sistema de representación política, pero, entre lo incierto de Le Pen y lo seguro de Merkel, el francés medio siempre preferirá Merkel, y allá las antiguas “fuerzas de progreso” (¡el proletariado!) con sus “ismos”.
Hay un voto de clase –dijo Houellebecq–. Yo voto a Macron (es decir, Merkel). Soy demasiado rico para votar Mélenchon o Le Pen.
La reconciliación francoalemana a la luz de un declive común (Sloterdijk): la Europa cuyo secreto (Camus) radica en que ya no se ama la vida.
Y los Tartufos, batiéndose el cobre en Normandía, que es la tertulia.