viernes, 7 de abril de 2017

Emboscados

Max Jacob
1876-1944

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Leer en la prensa que Sartori fue ¡el fundador de la ciencia política! es comprender que toda la curiosidad de la España oficial se reduzca hoy a si un político zampabollos como Rufián es canalla (que es malo para sacar tajada) o malvado (que es malo porque sí).
Los franceses aprovecharon el medio siglo del desembarco de Normandía para investigar la misma duda en sus popes culturales durante la ocupación, y José-Miguel Ullán sacó a relucir en un artículo glorioso el caso de Picasso, que acabaría siendo, con su amigo Max Jacob, una mezcla de las dos cosas.
José Antonio, tú eres el “Agnus Dei qui tollis peccata Hispaniae” –dijo un día Gecé, en Madrid, y porque le veía la muerte en la cara, a Primo de Rivera.
Ernesto, yo no he nacido para esto, yo he nacido para matemático del siglo dieciocho.

Otro día, en San Sebastián, Gecé, supremo zascandil de la cultura europea, le presentó en el Club Náutico a Picasso, quien pagó las copas y se quejó de que la República no organizara una exposición suya en Madrid con el pretexto de que no tenían dinero para el seguro, aunque ofrecían unas parejas de la Guardia Civil para vigilar los cuadros en el tren. “Algún día –le dijo José Antonio– pondremos para recibirle una guardia nuestra, pero como honor, y tras haber asegurado su pintura”.

El único político español que habló de mí elogiosamente como gloria nacional en su artículo publicado en Norteamérica fue su padre el general Primo de Rivera.
Prisionero Max Jacob de la Gestapo en París, Cocteau pasa a la firma una carta de súplica al mando alemán (incluso con la complicidad secreta de Heller, amigo de Jünger), que suscriben todos… menos su mejor amigo: Picasso.
No vale la pena hacer nada –se excusó–. Max es un ángel. No necesita nuestra ayuda para echar a volar y fugarse de la prisión.
El miedo, concluye Ullán, es hilo y libre:
Pero ¿qué no habríamos dicho si esas terribles palabras hubiesen salido de los labios de Salvador Dalí?