miércoles, 13 de abril de 2016

Birlibirloque



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

A la Feria, de escapada, a ver victorinos, los toros de Madrid, y miuras, los toros de Sevilla.

¿Y Morante?
Morante es como el gallego de Cela: si muero en San Benitiño de Arriba, que me lleven a San Benitiño de Abajo; pero si muero en San Benitiño de Abajo, que me lleven a San Benitiño de Arriba. Él, si no va a Sevilla, viene a Madrid; pero si no viene a Madrid, va a Sevilla.
A mí Morante me gusta en los libros. Ahora viene de firmar el prólogo a los tres ensayos taurinos de José Bergamín reunidos por Renacimiento: “El arte de birlibirloque”, “La estatua de don Tancredo” y “El mundo por montera”, con epílogo de Azorín (su reseña birlibirloquesca de 1930 en ABC).

Para Morante el birlibirloque ha sido una revelación.

La espiritualidad es algo que te llega con el tiempo y para mí llegó en el momento justo.
Morante ni siquiera recordaba ser amigo de don Fernando Bergamín Arniches, el hijo del autor, a quien llamó para contarle lo que le había pasado.
Algunas isidradas tiene uno vistas en la andanada de don Fernando, quien durante años torció por Morante, hasta que, de pronto, se nos pasó… ¡a Urdiales!, un Buster Keaton a la riojana, un torero triste (sin llegar a “chantajista de la compasión”, en términos birlibirloquescos), que es como pasar de Gallito a Belmonte, si las leyes de Einstein permitieran la comparación. 
Si quitamos el toro, Morante se ve de Gallito… y hasta de nietzscheano, fascinado por un pensamiento “de un filósofo excepcional”:

-El individuo ha luchado siempre para no ser absorbido por la tribu. Si lo intentas, estarás solo.

El arte de birlibirloque va contra “el histerismo afeminado de los públicos virilistas”, contra “el toreo almibarado y pegajoso en que todo liga; hasta que sale un toro de veras y se acabó el ligar; ¡porque menudo pajarraco es un toro, lo que se llama un toro, para ir a cazarlo con liga!”.

Hoy, victorinos, y el domingo, miuras, "todo el valor en el pecho, todo el temor en los pies".