viernes, 5 de febrero de 2016

Semifinales

 Democracia entendida por Alex de Huelva,
 miembro de la comparsa de J. Carlos Aragón
 Juan Carlos, exhibiéndose el día de las votaciones

Francisco Javier Gómez Izquierdo

Las semifinales de la Copa nos demuestran un año más que no sería descabellado volver a jugar las eliminatorias del torneo a un solo partido. En el campo del club más débil. Si acaso, aguantar la ida y vuelta en semifinales, pero hasta cuartos hacer sufrir un poco a los grandes. En esta edición sólo la eliminación del Atlético de Madrid puede considerarse, digamos, inesperada, pero está demostrado que Barça, R. Madrid y Atleti son los encarrilados a la final, siempre que no se crucen entre sí. El asunto Cherychev, que nada tiene que ver con el fútbol y que descarriló al Madrid, pasa a ser lo más destacado en una Copa a la que de nuevo van a ofender al Rey.

       El Sevilla agradecerá como debe, supongo, ese minuto loco que suele tener un defensa del Celta, internacional en las categorías inferiores, incomprensiblemente reconocido como ambidextro y que  a mí me tiene asombrado por el respeto que le profesan todos los entrenadores que ha tenido. Lateral lento -mejor lentísimo-, vulgar y catastrófico, pasa por ser pretendido en los ambientes de la aristocracia balompédica  y el más firme valladar de la zaga céltica. Será así y yo no me entero. ¿Ustedes recuerdan el gol que coló Danilo en Balaídos esta misma temporada? Juega bien el Celta, pero el entrenador Berizzo, que fue defensa contundente, debe reparar los portillos que aparecen en los partidos importantes.

     Lo tiene hecho el Sevilla de Émery, al que veo abrazarse con Pablo Villa, y reconozco que me alegro por los dos. Porque los dos han pasado lo suyo, uno en la zona del Levante y otro en Córdoba, y es justo que la fortuna les sonría.

     De Valencia no quiero hablar. No es excusa. Viví dos años en aquel reino -Benicásim-  y no he vuelto más que  dos veces y por compromisos. En 1984, a punto de marchar,  me ofrecieron llevar un negocio de segura prosperidad, pero entendí que carecía de espíritu fenicio y que la compañía tampoco compensaba. Un servidor llevaba la barra de un circuito de Karts y allí conocí y cogí amistad con gente muy interesante: Orantes, que se quedaba conmigo mientras su señora, creo que francesa, pilotaba; el director García Berlanga con creo que sus nietos o sobrino-nietos; hijos de políticos divorciados que me cogían cariño y pedían a sus padres que me invitaran a una cerveza, muchos futbolistas que, sobre todo en verano, hacían lo que no debían... y de los que andan por los juzgados también conocí alguno al que ya se le veía lo soberbio y despótico con simpático disfraz. 

Que me perdonen si puede parecer que falto, pero demasiado interés veía entre aquella gente que hablaba de “la faeneta” y que yo interpretaba a mi manera. Luego pasó lo que pasó entre el Burgos y el Levante, entre el Elche y el Córdoba, y en fin, mejor dejémoslo ahí, que no pasan de ser cosas mías.
     
  El Valencia, con afición inconformista, exigente y protestona, anda a la deriva. ¿De dóndes sale ese Gary Neville capaz de despreciar a De Paul? ¿Cómo explicar su sistema de juego? Nunca he creído demasiado en el cambio de entrenador, pero estamos ante un caso de prioridad absoluta. ¿Por qué no me extraña que al valencianismo le haya deslumbrado los euros de la China?
      
Un tanto carnavalesca esta Copa, por coincidir también con las semifinales del Falla en Cádiz. El jurado ha dejado fuera a J. Carlos Aragón sin que los aficionados se rasgaran las vestiduras, pero Juan Carlos, que se cree que el Carnaval es él y nadie más, podémico y altanero, soberbio y mal perdedor, se ha subido a la montaña a llamar “facha” a los que le han eliminado. El año pasado, los mismos le votaron ganador, pero se tiene por mucho más que nadie y, como los de su casta, desprecia lo que ignora y por supuesto todo lo que por incapacidad no alcanza a comprender.  J. Carlos cree que hace un favor presentando su comparsa o su chirigota -reconozcamos  su inmenso talento- y que es una desgracia para Cádiz el que no lo haga. J. Carlos, dicen que profesor, aún no ha aprendido que el Carnaval, para un servidor que es lego,  pierda alma, corazón y vida cuando se convierte en concurso. Por cierto, la comparsa de Bienvenido, “la del alcalde”, tampoco pasa a la final.  Bienvenido, que piensa y vota como J. Carlos, también sabe por qué ha sido.
    
¡Ah! El que está en la final es el que me gusta a mí. El Selu. Dice mi chico que si esa noche  no sale primer premio se declara la guerra civil en Cádiz.