jueves, 25 de febrero de 2016

Insatisfechos

Carl Schmitt


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Sólo hay una cosa más ridícula que un español “cabreao”, y es un español insatisfecho.

Históricamente hablando, el español es un hombre insatisfecho –nos dice Pla.
Yo tenía un libro de Historia que decía que en la Barcelona de Lerroux la rebeldía respondía a una mezcla de ardores, el anticlerical y “el viejo apetito español atormentado… e insatisfecho”.
Por culpa del español insatisfecho las suecas llaman a nuestra necesidad pasión. España debe a ese español sus comedias de calzoncillos blancos y sus diputados de Podemos, que no tienen un voto pobre, como presumen, sino un voto insatisfecho, entre decoradores, galeristas y críticos de arte.
J. K. Galbraith escribió un libelo finolis contra los 80 que tituló “La cultura de la satisfacción”.
En el pasado los afortunados eran una minoría. Hoy son una mayoría, aunque no de todos, sino de los que realmente votan. Los llamaremos la Mayoría Satisfecha, la Mayoría Electoral Satisfecha o, en una visión más amplia, la Cultura de la Satisfacción.
Nada nuevo bajo el sol. Si votan a Carter, son el Pueblo. Si a Reagan, los ricos (¡en mogollón!). Si a Obama (“el presidente más culto de la historia”, al decir de un Demócrata Hispánico), otra vez el Pueblo. Si a Trump (por cierto, lucero del alba de los 80), otra vez el mogollón de ricachos fascistas.
En España, a causa de la envidia, tenemos una Cultura de la Insatisfacción que vota una lista de partido estatal y luego ha de esperar a que los periódicos hagan una encuesta que le diga qué ha querido votar. La última vez votó, al parecer, contra las Diputaciones y la Ley Hipotecaria, los dos únicos pelos que le quedaban al lobo del Estado español, que se propone hacer una cosa que en teoría corresponde a la Nación, la “reforma exprés” (?) de la Constitución, que, unida a la “reforma telefónica” que nos hizo frau Merkel, deja mi libro de Carl Schmitt en una especie de “La ley de Murphy para abogados”.

La “democracia imperfecta” (?), lo llaman.