lunes, 9 de noviembre de 2015

El Albacete


 Gonzalo de la Fuente
 Gamonalino

Francisco Javier Gómez Izquierdo

       Mantener después de doce jornadas de competición que la mejor plantilla de Segunda División la tiene el Almería, deprimido colista que ya ha defenestrado al entrenador Sergi Barjuán, puede parecerles sinrazón y desvarío, pero a mí así me lo parece. Como me parece que  Mallorca, Zaragoza y Valladolid intimidan más por el prestigio de su marca que por la calidad de sus jugadores, ó que los equipos de Martín Monreal tienen mucho de botellas de champán: explosivos de principio y al poco vulgares y pesadotes. Me cuesta pronosticar por los equipos que al final estarán luchando por el ascenso, pero los que más me han gustado  y ya he visto a todos al menos una vez, han sido el Alcorcón con su centrocampista Campaña; el Leganés, al que le pierde la desigualdad de sus tardes;  y el Córdoba, que no es peor que ninguno, pero que, en contra de la opinión de los que no lo ven, padece de una inseguridad defensiva que va a llevar al infarto a los débiles de corazón que frecuentamos El Arcángel. Las actuaciones de Razak y Stankevicius se nos están haciendo memorables. El Oviedo, Gerona, Alavés, junto a la nobleza antes señalada, se partirán la cara en mayo, ese mes cordobés por antonomasia y del que esperamos nos sea propicio.
       
A El Arcángel vamos unos 18.000 espectadores cada jornada. Más que a muchos campos de Primera. Sólo por eso ya tenemos categoría de favoritos, pero hoy, contra  uno de los débiles, el Albacete, el equipo patrocinado por Iniesta, y con más de
quinientos espectadores desplazados desde el Guadalquivir al Carlos Belmonte, hemos  sucumbido ante los manchegos por errores “groseros”, que diría Valdano, y que a un servidor le parecen tontadas de cadete.  Busquen en el yutube la estupidez a dúo entre el central Deivid y el extraño portero Razak en el 2-0, y saquen sus propias conclusiones.
 
    Nada más comenzar el partido, el Córdoba ha tenido dos ocasiones clarísimas, pero como quiera que a Florin Andone le han dicho que es el mejor futbolista de la Segunda, pues el mozo, en vez de pasar para que el que está solo -Pedro Ríos en el caso presente- la cuele, se empecina en chutar sin la dirección e inteligencia exigible en un delantero centro. Luego, Gonzalo, un central de Gamonal con aires perrofláuticos, lo ha atado en corto y sólo le ha permitido ejercitarse en dos o tres carreras inútiles. Ha peleado mucho el Alba. Su plantilla es modesta, pero ni se despista ni ahorra esfuerzos. Así, Juan Carlos, un portero que después de su salida del Villarreal parecía tener un futuro incierto,   es capaz de salvar  goles cantados. Esta tarde, tres. El lateral Antoñito es rápido y me parece cumplidor. Paredes, el otro, ha perdido los kilos que tenía en Zaragoza y ya se ha quitado el sambenito de venir del Madrid. Como Agus, el futuro central de la selección cuando de Albacete fichó por “la fábrica”. Ha firmado muy buenos contratos, en Córdoba uno de ellos, a costa de las virtudes que cantaron el As y el Marca hasta volver a casa a jugar a gusto. Núñez y Edu  Ramos son todo pundonor y no se les puede reprochar nada por muchos pases malos que den. César Día corre la banda derecha  como un demonio y a nuestro Cisma le ha puesto en evidencia cada vez que le echaba un sprint. Santi Jara ayuda mucho a Paredes por lo que los goles son encomendados a Rubén Cruz y a Jona, un zagal de Jaén que hizo unos poco la temporada pasada en el Cádiz. El público albaceteño no quiere a Jona y cuando ha empujado a la red el regalo del portero Razak ha puesto morros de enfado y hasta parecía desafiar con un mérito que no es tal y que más le hubiera valido agradecérselo a Razak, quien por cierto, ha hecho una salida calamitosa y ha parado con las manos fuera del área un balón que iba a gol. El árbitro le ha enseñado tarjeta amarilla y ha descompuesto a jugadores y entrenador del Alba. Despropósitos hay muchos en Segunda y a veces creo que es lo que hace divertido el fútbol a los aficionados que sabemos que hay cosas que los de la Champions ni se imaginan.