lunes, 16 de noviembre de 2015

Bertín contra Chatín



Hughes
Abc

Hubo un fragmento especial en la entrevista de Bertín Osborne a Arturo Fernández. Cuando recordó a su padre, el actor se emocionó; Bertín, lejos de insistir, le permitió un respiro para beber, y él, tras hacerlo, se disculpó por la efusión.

Esta contención por parte del presentador, y este pudor por parte del entrevistado eran algo extraordinario. Parecía la televisión pública de otro país.

La emoción no se eliminó, sin embargo. Retornó en algún pasaje de la charla, siempre al hablar de los padres.

Con una naturalidad elegante, sin patetismo, el actor contó que basta cualquier cosa para hacerle llorar. Una canción, el recuerdo de un rostro. Y enunció, como si nada, una de las grandes verdades de la vida: «Cada día que pasa me acuerdo más de mi madre».

Que vengan los físicos teóricos a explicar el tiempo, que la única realidad es que el tiempo se acaba convirtiendo en la cara de la madre.

Con el ritmo de la comedia, iba y venía, pero volvía a ella. Su deseo de triunfar, de ser alguien en la vida, tenía el único propósito de honrarla. «Cuida a tu padre», le insistía a Bertín; «qué no daría yo por tenerlos conmigo...».

El miércoles no fue tanto el galán cómico, su arquetipo, como un hombre sentimental, enternecido, viejo. Un hijo de 86 años. Porque reconoció esos años y, también, como aquel personaje de Ozu, que a los hijos se les quiere más que los nietos.

Se le notó la edad, por una vez, a D. Arturo. Y fue para bien.