domingo, 4 de octubre de 2015

Los que pueden en Andalucía

 Juan Antonio Pontones. De USTEA y Podemos, como el Kichi y señora


Francisco Javier Gómez Izquierdo

La desconfianza que un servidor tiene hacia los miembros de esa estirpe con distintos nombres educada en el desprecio al trabajo y que se siente en el derecho de comerse lo que otros ganan, está certificada por multitud de hechos probados y no por prejuicios injustificables.

      Cuando supe que Pablo Iglesias, Errejón y Monedero eran profesores de universidad y no estudiantes de Bachillerato me molestó cómo se gastaba el dinero de mis impuestos y tuve piedad por los alumnos de la Complutense. En teoría, estos tres individuos son los más inteligentes y preparados de su facción y así les parece a tanta “gente” como les vota. El desvarío de los votantes, que creen practicar la democracia, como si la democracia fuera el ciclo-cros, también me incomoda, pues temo que a pesar de cotizar 35 años con nómina de humilde funcionario, peligra mi paga de jubilado, porque esta gran banda, que tiene colocada cuadrilla en todos los pueblos de España, no busca el bienestar social como predica, sino una buena vida propia a costa de la cosa pública.

       En Andalucía, los jefecillos locales de Podemos, Ganemos y demás variaciones de criaturas parasitarias, provienen de extrañas ocupaciones pagadas por las administraciones y que nadie se atreve a controlar, por miedo a caer en pecado inquisitorial. Como ejemplo, los que más cerca me pillan: Rafael Blázquez, el jefecillo de Córdoba, cual pajecillo de Ada Colau salía en todas las fotos de los desahucios ya fueran en Barcelona, Madrid, La Coruña o Alicante. El hombre, fue colándose en la organización hasta prometer en Córdoba la abolición de los desahucios y casa  con agua y luz gratis para los pobres.

     ¿Méritos de Rafael Blázquez? Resulta que estuvo empleado en una empresa que te vendía los árboles del futuro. Usted quería un cerezo y Rafael se lo entregaba en un papel que decía que el cerezo se plantaba en un campo de Galicia. Al año o a los dos o tres años usted iba al campo gallego y buscaba su cerezo, en un ejercicio como de paternidad después de haber preñado la tierra por inseminación ecologista..., porque eso sí, el éxito del timo estaba en la bandera del ecologismo subvencionado por las Juntas. Todo legal. Promovido por la Junta y gestionado por los ecologistas.  

Vigilar ingresos y gastos es cosa de fascistas. En pleitos anda Rafael y a la busca de los árboles fantasmas. Él dice que se siente timado por la empresa aquélla en la que se ganaba la vida. La “gente” le cree.

      En idéntica situación encuentro estos días en Cádiz a una tal Mónica González que es podemita por Puerto Real, pueblo al otro lado del puente nuevo de La Pepa, que se dedicaba a inscribir a inmigrantes a los que facilitaba un trabajo. Otra iniciativa de las autodenominadas buenas personas que necesita financiación. Mónica cobraba generosamente de la Administración y a los mauritanos, senegaleses y nigerianos, aprovechando su desesperación y por ser gente fácil de embaucar, les cobraba 400 euros por sus gestiones. Luego, ni trabajo, ni ná, y allá te las compongas  Descubierto el pastel, Mónica dice ahora que ella también se siente timada. Como Rafael. Como tantos podemitas que en España son.

     En el mismo Puerto Real, Juan Antonio Pontones, tercer teniente de alcalde y antisistema de larga trayectoria, se quejaba no hace mucho tiempo de la desaparición del GRAPO y no poder dar su merecido a la Policía. Pedía que Madrid y sus policías -"panda de semisimios", los llama desde su balcón-  ardieran como la Atenas de los disturbios de Syriza.

      Con esta “gente” el futuro de los trabajadores no es que sea incierto. Es imposible. Y aunque me llamen fascista por defender al que contribuye, permítanme que me preocupe por el dinero que he puesto durante más de treinta y cinco años.