viernes, 20 de febrero de 2015

Caimanes y mazmorras

Beatriz Manjón
Abc

La polémica es la levadura del «trending topic» y dura lo que tarda en llegar la siguiente. Como el cotilleo, tiene su función catártica, aunque hacer de la utilidad la verdad es la definición orteguiana de la mentira. Lo último que ha corrido por ese paraíso fisgón que es Twitter es que la Esteban tiene cuenta en las Caimán. Y se va el caimán tuitero para la Belencilla. Todo parte de un vídeo, con evidente edición, en el que afirma: «Lo tenía en Bankia y lo quité. Tenía tanto que para que me lo roben… Y me dijo Toño: “A la Cai”». Ahí se corta. A la Caixa. En la versión sin manipular se ríe de un bulo que apareció en prensa. Cuenta que llamó a su representante para saber dónde estaban esas islas. Las hay que creen que allí está el punto G. Decir «cocreta» no es incompatible con tratar de burlar al fisco, aunque no es el caso. De nuevo, la credibilidad de los medios por el precipicio de la precipitación. Su (no) delito es como la (no) operación de Uma Thurman. Pero Falciani que algo queda. A la Esteban, que se aferra a las miniaturas de ambulancias como Tomás Gómez a las Vespas, se le acumulan tantas controversias, entre Hormigos, trampas y bajadas de azúcar fingidas, que tiene tema lo que resta de año en «Sálvame». El programa ha lanzado una campaña de apoyo, con supuesta censura de vídeos, que ha provocado una contracampaña en la red, acusándolo de favoritismo, que es como reprender a unos padres por lo mismo. A la guerra de hashtags (#apagónsálvame #tarariquetevip) sólo les falta un lodazal donde pelearse. Si TVE ha manifestado su apoyo a Mariló Montero por el asunto de los limones, que me ha devuelto a la memoria a Juan Antonio Canta y su «un limón y medio limón», ¡cómo no va a defender el magacín a su colaboradora! Otra cosa es que no esté la parrilla de Telecinco como para justificarlo tirando de Voltaire: «La uniformidad de lo sublime asquea». Ni que el rechazo que provoca Belén fuera nuevo. Preguntado Ariel Rot sobre sus miedos, confesó: «Encontrarme con Belén Esteban en un ascensor». Y eso que aún no llevaba pijama tatuado ni se maquillaba como Amy Winehouse.