lunes, 1 de septiembre de 2014

Fandila desenmascara al Toro Sillón de Ikea con que triunfan las figuras


Fandila sentado en el toro

José Ramón Márquez

Anda el patio de vecindad del tuiter escandalizado a costa de Fandila, que el otro día en Priego de Córdoba se sentó encima del bóvido que tenía que matar a estoque. Todo se vuelven críticas al botarate, que el hombre se ve que ya no sabe qué hacer para agradar a los públicos, y no está de más recordar que Fandila es el que más torea, lo cual quiere decir que probablemente es el que más espectáculo ofrece a las gentes del tipo de espectáculo que las gentes ansían ver.

El aficionado común se pone como la niña del exorcista viendo ese vilipendio del bos taurus y clama, como un Profeta de los del Viejo Testamento, por el “respeto” debido hacia la fiera que se echa a rumiar tranquilamente y que permite que su matador se le siente encima, como si fuese un sillón de Ikea, pero la santa indignación tan propia de todos los españoles de bien, no debería ocultarnos la enseñanza que se encuentra en la inusual salida de Fandila, pues ese final utilitarista del antes llamado “toro bravo” no hace sino señalarnos de forma neta lo que es, querámoslo o no, el presente del antes llamado Toro.
 
El uso “mobiliario” del toro, el utilitarismo mobiliario diríamos, es simplemente la culminación de un proceso que comienza “eliminando lo anterior” y finaliza en esta “toreabilidad” o “bondad” amable que consiente en que el que te va a clavar el estoque se te siente en el anca un rato para descansar de tantas fatiguitas. Pero no nos engañemos con el esperpento que plantea Fandila, que  eso es tan sólo la astracanada que da lugar a la indignación de quien se queda con las hojas despreciando el rábano, porque exactamente de la misma materia que el bos cathedra (toro sillón) de Fandila, es de la que está hecho el bóvido al que se enfrenta Tomás para endiosarse otro poco más, el de Manzanares -Turronera de vaivén-, el del relleno de Morante, el de los inmarcesibles triunfos -perfectamente olvidados- de Perera, el de los robos de Julián... y no sigamos, que marea pensar en tanta cantidad de destoreo o antitoreo.

Alguien tomó la Z de Zalduendo, notable y antigua ganadería navarra, y se dedicó a su vilipendio y hundimiento. Alguien es responsable de que el toro, cuando ve que un tío se le sienta encima, en vez de liarse a cornás con él, se ponga a rumiar como si estuviese en los campos de Alcalá de los Gazules. Un toro de Guardiola, en Madrid, decidió que a él no le mataba nadie y estuvo defendiendo su vida hasta que le sonaron los tres avisos a su matador, Fundi. Pero eso es lo que nadie quiere. Los toreros, porque el zalduendillo les hace “disfrutar un montón”, el ganadero porque vende sus animalejos y hasta ha sido capaz de colocarle su mercancía averiadísima a un magnate mexicano, rey de la minería azteca, que con estos zalduendibiris va a aprender lo que es tratar de sacar leche de una alcuza, a los de la prensa/radio/tv porque sólo les echa las “rondajitas” el que las tiene. Todos contentos, y para sacar pecho contra alguien, Tirios y Troyanos, ahí tenemos al memo de Fandila.

En un acto de homenaje organizado por el sólido aficionado José María Bermejo, dedicado a ese digno ganadero llamado José Escolar, se me permitió el honor de dirigirme a él. En mis palabras al final de aquel almuerzo recordé al gran Fernández Salcedo en uno de cuyos “Cuentos del viejo mayoral” relataba que la corrida que se echó aquel año en Madrid no fue totalmente del gusto de la afición porque “el año había sido de poca lluvia y hubo que acarrear alimento para los toros a sus querencias, con lo que tuvieron más contacto con los hombres de lo que es deseable en el ganado de lidia, y eso les estropeó”.

 Algunos ganaderos, a los que nos aferramos con uñas y dientes, mantienen, contra viento y marea, el honor de sus divisas, aunque no sea con la firmeza del viejo mayoral, pero es evidente que en nuestros días la mayoría de los criadores han optado por contribuir, en la medida de sus fuerzas, a la creación del “toro sillón de Ikea”, felizmente desenmascarado por la falta de inteligencia de Fandila, el otro día en Priego de Córdoba.