martes, 27 de mayo de 2014

Enhorabuena

Francisco Javier Gómez Izquierdo
 
Han venido parientes de Burgos a casa por visitar la Feria y cuando estaban cogiendo la rebeca del país “ por si luego hace fresco”, Ramos burló incomprensiblemente a sus vigilantes en un córner y alumbró la Décima.  El fútbol es soberbio y miserable en un instante. Doloroso y sublime.
 
¿Qué crónica iba pergeñando el periodista en el minuto 90? ¿Qué pensaba Simeone en le 91 y   Ancelotti en el 92? ¿Cómo pasó Florentino, un rico absoluto al que los memos creen insensible, de la condenación al cielo? “Fútbol es fútbol” dicen, decimos, los clásicos... y con el fútbol no hay quien pueda.

   En Valencia, un saque de banda casi superfluo resucitó y llevó a un título al Sevilla.
En  Lisboa, un córner, la especialidad defensiva de Simeone, que se vale de Tiago el trampero y los infalibles Godín y Miranda en la intimidación, sorprendió a propios y extraños. Al primero a Tiago, vencido por una fatiga indisimulable. Al entrenador Ancelotti, que buscó el remedio de Münich sin convicción. Al entrenador Simeone que le dio  donde más dolía... y en fin, a un servidor, que se alegraba del triunfo colchonero. A Ramos, no. Ramos ha hecho un fin de temporada como si fuera uno de esos guerreros autosuficientes que se busca la vida en la selva
comiendo culebras y cargándose poco a poco a los malos. Nadie esperaba su salto y por eso fue mortal de necesidad. Ya ha pasado a la historia. Su gol es más que el de Mijatovic, e incluso más que el de Zidane, ya que no es lo mismo sacar un 7 que un 9, y esto de la Champions parece un poco a las notas que sacan los más listos de la clase. Ramos será siempre el de la Décima. El de la calificación excelente. El cuatro que no se apartará  del mágico número diez.
  
Me hubiera gustado el triunfa atlético, y aquella primera sensación de momento importante que viví en Luis y Reina cuando tenía quince años, se ha vuelto a repetir a los cuarenta  justos . Con Godín y Courtois.  De todos modos, y de corazón, enhorabuena al Real Madrid y a tanto madridista como por aquí asoma por el extraordinario logro galáctico que acaba de alcanzar, posiblemente,  el club de fútbol que más mitos almacena. Sergio Ramos es el último.