jueves, 24 de abril de 2014

Semifinales

  


Francisco Javier Gómez Izquierdo

Es cosa aceptada que de fútbol todo el mundo hablamos y cuanto más fútbol vemos más insensateces nos atrevemos a decir. Eso sí, siempre con voz de entendido y basando nuestro conocimiento del arte en los veinte años que jugamos en los juveniles conforme a las atinadas palabras del Carnaval de Cádiz. Bueno... la verdad es que en Cádiz a los entendidos los dicen enterados,... pero hablemos del fútbol que creemos ver.

      En semifinales de Copa de Europa todos los años hay una final anticipada y nada hay mas atractivo en fútbol que esos cuatro partidos a vida o muerte en los que el periodismo adjudica el título al vencedor de “la final anticipada”, en la presente, el que salga del Madrid-Bayern. El Madrid tiene un entrenador que es más astuto por viejo que por zorro y ha llegado a la atinada conclusión que lo más conveniente para el equipo es practicar el catenaccio de su patria sin llamar la atención de los sesudos analistas que en la prensa pontifican, colocar brujos en el centro del campo que parecen lanzar bastones a las profundidades y que resultan cobras venenosas que si alcanzan a picar al cancerbero son mortales de necesidad. Como Capello, como Mourinho... pero con mejores modales. El señor Ancelotti tiene la mejor plantilla que pueda soñar jamás un entrenador y como lo sabe y es listo es muy posible que en Munich, anticipo de su tesis doctoral, renuncie a ese 4-3-3 al que le obliga esa espectacular BBC y tenga la valentía de asentarse en el imperial 4-4-2, que tantos sprints propicia. Para un servidor no hay delantero centro como Benzema, pero en la batalla de Munich sobraría Benzema... y aquí queda dicho, como ejemplo de ligereza en el vicio de hablar de fútbol.

     El Bayern de Guardiola parece el Barça de Guardiola y así como sólo hubo un Barça imperial, un Ajax invencible ó un Milán sin rivales, el Barça no se puede repetir... en Alemania. Mi chico, al que de benjamín el demonio le inclinó hacia el fútbol alemán en general y al del Bayern en particular, enfundado en la camiseta de Robben no paró de pedir lanzamientos, en idioma balonmanístico, a Kroos, Robben, Ribery, Lham... Lanzamientos criminales que han asesinado históricamente al fútbol español. Mismamente Schwarzenberg, justo hace cuarenta años en final maldita para el Atleti. El fútbol alemán no se entiende sin cañonazos, por lo que Guardiola puede desnaturalizar el fútbol muniqués con títulos, pero si estos no llegan... o permite a Schweinsteiger disparar desde media distancia o el periodismo nacionalista -ese nefasto amigo- lo acorralará a cañonazos.
    
Si la mejor plantilla es la del Madrid, el mejor equipo es el Bayern, y si Gotze llega a marcar al final, la resignación hubiera suplido a la euforia del pitido final. La alegría del triunfo saltó por la dificultad de lograrlo. El partido de vuelta volverá a ser espectacular y demostrará que no hay nada más atractivo que el fútbol...  y lo malditos que pueden llegar a ser 90 minutos.
   
El equipo que mejor compite, Atleti, y el que más desespera a los rivales, el Chelsea, dan la impresión de buscar su particular tanda de penaltis, confiando desmesuradamente en el esfuerzo colectivo y la disciplina táctica para no encajar gol y en un córner, una falta o la diosa Fortuna para conseguirlo.  El Atleti faena con artes poco vistosas y un tanto desgastadas. Confieso que nunca confié en que el Atleti aguantara -“tiene que fallar porque siempre juegan los mismos”-, pero el Atleti es hoy comunión en la misma fe y a los fanáticos no se les doblega luchando. El entrenador del Chelsea puso a David Luiz -un central siempre en el escaparate y al que aún no me explico que es lo que ven en él los entendidos- de medio centro junto a Obi Mikel y tamaña solución táctica sólo puede obedecer a intentos de sujetar al fanático. A ese Atlético reventón y alegionariado que jugando feo, a todos enamora.
    Y es que al final, el fútbol depende de quien lo cuente. Mejor, de quien lo contemos.