sábado, 12 de abril de 2014

La joven Elena Cortés


J M Mariscal y Elena Cortés, líderes de la moderna juventud comunista andaluza.
 En medio, Ana Doblas, otra que tal.


Francisco Javier Gómez Izquierdo

De Elena Cortés, la chica joven que colocó la presidenta Susana al frente de Fomento y Vivienda en el palacio de San Telmo, ya pusimos en Salmonetes... los antecedentes. Cordobesa de Priego, comunista desde la más tierna infancia y dotada de un descomunal descaro, fue dándose importancia en el partido hasta llegar a concejal de Educación y  miembro de la Asamblea de Cajasur, la caja de los curas que tantos réditos dio a la famélica legión. Elena Cortés demostró en su  ocupación municipal un incomprensible odio africano a la Iglesia y desde su privilegiada casa por Semana Santa hacía sonar altavoces obscenos al paso de las procesiones. No olviden que se encargaba de la Educación cordobesa.

    Elena Cortés padeció el franquismo, pues no en vano nació en 1973, por lo que no tuvo más remedio que meterse a comunista en busca de un futuro mejor. Dice que estudió por la UNED “la carrera de Sociología”, pero lo que le dio colocación y dineros fue la Jefatura de los jóvenes de su parcialidad y las concejalías en el Ayuntamiento de Córdoba.

      Que la joven Elena era capaz de cualquier disparate desde su cerril clasificación de la Humanidad entre buenos y malos -ella es de los buenos- no debe sorprendernos. Lo que produce perplejidad es la ligereza con la que doña Susana confió el gobierno de las casas de Andalucía a esta prenda, capaz de convertir la Mezquita de Córdoba en un cine de verano en el que ver Novecento.  La Mezquita es de ella, la Caja es de ella, la calle es de ella, las viviendas son de ella...  y la Corrala Utopía también es de ella. No hace mucho, allá que se iba doña Elena a pasar el día con sus utópicos amigos de la Corrala a degustar una barbacoa de pinchitos con cogollos al ajillo, y luego unos chupitos.... y para acompañar dicen que alguno de sus fieles sacaba unos cigarritos de la risa. Está la consejera de Vivienda muy sensible con los okupas -¿será el instinto de la raza?- y desconoce por completo el compromiso debido a los que pagamos impuestos y a los que intentamos ser formales en una Andalucía de la que es imposible sacudir el bandolerismo. La joven Elena, como Tragabuches o los siete niños de Écija,  dispone de lo ajeno para ayudar al amigo. ¡Cuán buena y generosa es la joven Elena!  Eso sí, su casa de El Bailío, ni la toquen.