miércoles, 5 de marzo de 2014

Crimea


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    La primera víctima de la guerra no es la verdad, en cuyo jardín ya introdujo una serpiente Poncio Pilatos (“¡La verdad! ¿Qué es la verdad?”), sino los tertulianos, obligados, de pronto, a poner su voz de odre sobre Crimea, cuando carecen del ingenio de Rafael el Gallo:
    
No conozco Rusia. Estuve a punto de ir una tarde, hallándome en París.
    
De Crimea yo sólo sabría decir una cosa que me impresionó mucho al leer una historia de la incompetencia criminal de la burocracia británica en la guerra de 1854, donde los caballos, en su desesperación, “roían sus correas y sus alforjas y se mordían la cola unos a otros”.
    
Con Rusia, el español sólo se mueve entre el “¡Viva Rusia!” del rojo de Pablo Iglesias y el “¡Rusia es culpable!” del facha de Serrano Súñer (“Camaradas: No es hora de discursos. Pero sí de que la Falange dicte en estos momentos su sentencia condenatoria: ¡Rusia es culpable!”), y en lo demás estamos hoy en manos de María Soraya, que tendrá leída “La rusa”; de Wert, que habrá oído hablar de Chechu Biriukov o de Petia Petrov; y de Margallo, que conocerá a Liliana Romero, hija de la espía rusa que inspiró a Ian Fleming la novia de 007, seducida por un sevillano en Cannes. Liliana cree en los ovnis y en el sexo a los 70:

    –Mi casa se llama Villamenguante porque a mi padre le gustaba mucho el firmamento –le dijo en Sevilla a mi amigo Valenzuela.
    
Total, que en cuatro días Simeone con el derbi y Putin con Crimea nos han hecho ver que hay vida más allá del tiquitaca y los documentales para la siesta de La 2. El Atleti da menos miedo, pero los rusos vuelven a estar donde los dejó aquel payés que, según D’Ors, acertó la porra de la guerra del 14, cuando, mirando atentamente un mapa que los tertulianos habían desplegado en un bar, dijo:
    
Ya sé quién va a ganar. Estos.
    
Y señalaba a Rusia.

“¿Por qué?”, le preguntaron.

Pues porque les coge de bajada.

    Desde Iván el Terrible, Rusia no ha perdido una guerra.