miércoles, 15 de enero de 2014

Lagrimones

Víctor Hugo



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Del “llanto militar” del duque de Osuna en Flandes al “llanto pelotero” de Cristiano Ronaldo en Zúrich.
    
Nos van a faltar Quevedos para glosarlo.
    
¿Por qué lloró Cristiano?

    Seguramente por la democracia: el Balón de Oro, en cuya lista de aspirantes también figuraban este año Sergio Ramos y Dani Alves, es la única práctica democrática en el fútbol. Un hombre (de Guinea Bissau), un voto (en Suiza), con Blatter de vizconde de Tocqueville.
    
Motivos para llorar en este mundo sobran.
    
El Cid, por las tierras de Burgos (ésas que un día serán bulevar), “va fuertemente llorando”. Llora Boabdil en Granada, increpado por su madre. Y Bombita, que ve llorar al toro en San Sebastián, llora cual madalena.

    Tita, la baronesa, estuvo tres días llorando porque Moneo, el arquitecto, arrancó todos los árboles del Thyssen para hacer un baño.

    Berlusconi lloró con Platini y monseñor Sistach cuando el Real Madrid fichó (“¡un sacrilegio!”, dijo don Silvio) a Cristiano.

    Y la prensa catalana llora hoy porque los demócratas de la Fifa con “derecho a decidir” han decidido para Cristiano el Balón de Oro… en desdoro de Messi, su pequeño.

    Yo, que doy al Balón de Oro ganado por Cristiano el mismo valor que le daba cuando lo ganaba Messi, me quedé con las ganas de ver llorar a Ribéry, que sólo contó con el apoyo de Mary Shelley desde el cielo.

    –Desengáñate, Frank –le diría Blatter–. Esto es sólo para guapos.
    
Y el guapo (además del mejor) es Cristiano: guapo de exportación o de caja de pasas, que diría Ruano.
    
El “exportador” sería Florentino Pérez, que en Zúrich miraba a Cristiano como Hugo (Víctor, no Sánchez) miraba a Sarah Bernhardt en “Hernani” (el drama romántico, no el pueblo batasunero).
    
La emoción que habéis puesto en vuestro papel arrancó copiosas lágrimas de mis ojos –escribió el genio a la actriz–. Ahí os mando una de ellas como recuerdo.
    
Y era un estuche con un brillante como el sombrero de un picador. Otro contrato.