jueves, 6 de junio de 2013

La de Beneficencia. La ovación a Rafael de Paula y un "¡huuu!" de don Fernando al Palco Real

 Rafael de Paula en el 7

 Una Infanta de España en el Palco Real

 Y Don Fernando en su Andanada del 9

José Ramón Márquez

Andábamos con la mosca detrás de la oreja, que nos habían contado lo del famoso rabo de Córdoba del de la Puebla, que ni siquiera fue capaz su hechizo de llenar la Plaza; nos habían contado también de su teoría del uno por ciento, expresada en Córdoba antes de la corrida, que se refiere al máximo desnivel que el arte morantero autoriza en un ruedo para que se den las condiciones objetivas que permitan su eclosión; nos habían contado el sueño del buenazo de joseantonio de poner césped en Las Ventas y poder torear sobre un mullido green, una vez que ya ha conseguido quitar con la ayuda de un tractor John Deere la pendiente que puso Manolo Chopera, sueño que fue frustrado porque no se encontró cantidad suficiente de teepee, a causa de la imprevisión de ciertos malvados; nos habían contado la obsesión del Arbuckle de la Puebla por pintar de rojo las rayas de la Plaza de Madrid, tal y como estaban hace muchos años.

Y es que este martes de Beneficencia era día de cuentos, como puede verse, porque también nos contaron el lío de animales que pasaron por los corrales de Las Ventas, que hoy tenían más parecido con los corrales de Stockyards City, Oklahoma, dada la cantidad de ganado que transitó por ellos, a ver cuál convenía, éste sí, éste no, éste para mí, éste me lo como yo...
Me decía uno que sabe de esto que en total pasaron por los stockyards venteños unos veintidós toros -o lo que fuesen-, y que cada uno de ellos tenía algo que le hacía desagradable o poco amigable o poco simpático, algo por lo que no convenía, vamos, y así zurra que te zurra y el escrupuloso ganadero Monje venga a traer toros -o lo que fuesen-, que hay que ver lo bien que reciben los Monje, y lo buenos ganaderos que son y lo bien mandados, que lo mismo te forman a la entrada de la finca todo el ganado, los atanasios a un lado y los lisardos al otro, todos en fila saludando al visitante, que te lían un puente aéreo de camiones desde Salamanca hasta Madrid para que el Elvis de la Puebla, esa especie de rock star adiposo y lleno de lentejuelas se monte su particular fiesta, cambiando Las Vegas por Las Ventas.
Bueno, pues ni con la hecatombe lisarnasia o atasardia fue suficiente, que al fin hubo que remendar el remendado encierro con dos Medianillos Ganadera S.L., dos dijes de don Victoriano del Río, y aquí sí que no hay tío páseme usted el río, que eran el castañito y el negrito listón. Por cierto que este segundo era más tonto que Pichote y si Sebastián Castella hubiese tenido algo que decir, ahí tuvo al memete de turno, para colocarle las participaciones preferentes de su toreo; y no se olvide que por criar algunos bobitontos como éste es por lo que los taurinos le tienen en un candelabro (¿o era un candelero?) al buenazo de don Victoriano, que hasta premios le dan.
Hay que ver cómo choca que esta Corrida Extraordinaria de Beneficiencia, estando premonizada desde finales del año 2012 para poder hacer las cosas sin prisas tal y como les gusta hacer las cosas a ese Beau Brummel del callejón llamado Abella, a quien todos sus vasallos conocemos como Abeya, y  a sus directos jefes el despierto don Pedro Antonio Martín Marín y el firme don Ignacio González y González, haya finalmente dado tantos quebraderos de cabeza a personas tan precavidas, pero ya se sabe que el hombre propone y Dios dispone. Para evitar el disgusto que, sin duda, habrán sufrido tan eximios servidores públicos propongamos que, al igual que las Comisiones Falleras comienzan su labor al día siguiente de la Nit del Foc, el sagaz Abeya inicie desde mañana mismo la contratación del ganado de la Beneficencia 2014, pues la experiencia dicta que cinco meses es tiempo insuficiente para llevar a buen puerto la tarea sin sobresaltos.

De la corrida en sí misma hay poca historia que contar. Los toros entre tanto entrar y salir de los camiones y de las corraletas, con tantas trampillas y voces, con el cencerreo del cabestraje, salieron afectados unas veces en sus fuerzas y otras en su percepción de la realidad, por lo que lo mismo salían corriendo con medio estoque metido en la espalda, recorriendo media Plaza seguidos de la comitiva toreadora al uso del Entierro del Conde de Orgaz, que a la salida de un muletazo jaleado por el sanedrín con un rotundo ¡Ole! se les olvidaba darse la vuelta para que les pegasen otro, con lo que a muchos la «e» del ole se les quedaba congelada en la garganta sin llegar a fluir. En general, si uno se acuerda de lo que es el toro, y no hace falta traer a la memoria aquella tremenda corrida de Alonso Moreno en que Pacorro le cortó la coleta a Manolo Amador, simplemente con rememorar los de Adolfo Martín del otro día, la mínima calificación que merecían los seis de hoy, los atasardios y los medianillos sería la de unos perfectos mamarrachos, una deplorable burla del toro. Dicho queda.

Y los tres que se vinieron al Festín de Baltasar fueron Padilla, Morante y Castella.

 A Padilla le pegaron una fuerte ovación los mismos que no hace tanto le escupían lo de ¡Chulo!, igual que le pasó a Fundi y a no sé cuántos, o sea que estamos acostumbrados a esos cambios que demuestran lo generoso que puede llegar a ser el corazón de la Plaza. Padilla ha matado por esas Plazas de Dios lo que no está en los escritos. Ahora anda con ganado de mucho menos compromiso, con lo que sus maneras de torear quedan bastante en entredicho. Ni una sola censura.
Morante fue el artífice de todos los líos que se relataban antes, pues a este hombre al parecer nada le va bien. El tío está fondón y acaso por eso está a la espera de que del chiquero le salga la tonta del bote, con poca cara, sin genio ni pitones, lo que se dice un perro de tamaño medianejo, que no le dé fatiguitas, para poder regalar a sus catecúmenos sus posturas, su barbilleo, su mecimiento de brazos, sus cosillas cantadas como oro molido y que tan absurdas nos resultan a algunos si falla, precisamente, el de las cuatro patas. El hombre se quedó con un puñado de ¡Ooooo! , de ¡Ooooollllllll! y con algún ¡Oooole!, porque siempre había algo que estropeaba el trazo del lance o del muletazo y dejaba a la parroquia toda interruptus, viéndose obligada a tener que imaginarse el final de aquello. Puede ser que lo que aprecian los seguidores de este gordete de La Puebla del Río es que les obliga a usar la imaginación para fantasear cómo deberían acabar los pases, lo que hace que el espectador también sea parte del toreo y ponga lo suyo. Mandó a callar a uno del siete, con la suficiencia del amo que había arado el ruedo con su John Deere por la mañana, porque le afeó lo mal que se colocaba frente al toro. Luego se explicó como matador de toros mostrando su uso del estoque, su estilo y sus trazas, pero esto ya entra en la categoría de la Ciencia Ficción.

Castella, trece años de alternativa, que se dice pronto, trajo lo de siempre. Mira que tenía la tarde de cara para haber recogido las nueces que había tiradas por la arena de Las Ventas, máxime teniendo enfrente a su segundo, del que antes se dijo algo, pero optó por no dar ni medio cuarto al pregonero y aunque le jalearon las pedresinas del principio, la faenilla no tomó vuelo alguno, y donde se dice «faenilla» se quiere expresar el cite con el pico al ojo contrario, los pases por alto de sobaquillo, los pases de la alcayata, los de medio culo y demás parafernalia del llamado «toreo moderno» al que, al decir de los que saben, debemos irnos acostumbrando, pues hay que adaptarse a los tiempos.
En el Palco Real una Infanta de España recibe el brindis de un torero y nuestro Bakunin de andanada, nuestro particular don Fernando, serio hombre de letras, hace bocina con las manos para afearle al diestro su galantería. A la muerte del quinto, unos aficionados descubren sentado en la primera fila del tendido alto del siete a Rafael de Paula, imborrable recuerdo de naturales una tarde de otoño.

Al final, después de todo, una Infanta y un torero gitano fueron lo único auténtico de esta tarde de Beneficencia.
Un rollizo Morante aguardando la salida de Cantinillo sentado en el estribo, como mandan el marketing y el glamour

 Otra broma de Abella

 Morantero en zapatos bicolores escalando a la Andanada

Las rayas moranteras que el Consejo Antitaurino de Madrid concedió al Capricho de las Damas

 Callejón de Serrano

 El programa de mano

 Paso al muerto

 Pilates en el callejón

 Aficionadas de Beneficencia

 De compras por el callejón

 Cromo de Esplá

 Dragó de cromo

 Movida en la Andanada

 Abella en su día grande
Mayor antitaurinismo no cabe (de momento)

 Nostalgia de Iggy Pop

 Himno Nacional

La crítica callada

 El Portón

El tricorne (dos astas y lengua)

 El rincón de la empresa
(Molés, al fondo, como autónomo)

 Padilla jugando al escondite con la mona benéfica

 El tío de La Puebla, que manda con todo menos con las telas

 La violetera

 Florencio, defendiendo su reloj de las acometidas uri-gellerianas de Morante

 Castella o lo que eso sea

 La regadera morantera

 Castoreño

Una máquina de pegar sellos para Padilla

 El espontáneo

 Más pegada de sellos

 Lola Puñales

 La lengua-matasuegras que se trajo Morante contra el paulismo

 Juego de Tronos

 El matasuegras-lengua que se trajo Rafael de Paula contra el morantismo

 Éste sí es un genio

 Autógrafo

 Toalla

 Puntero

 Infanta con ministro

 "¡Huuu!" al Palco Real y "¡Malo de mala!" a Castella fue lo mejor de
 la producción de Don Fernando en Beneficencia

 Para comer cerillas

 Restos de la morantada

 Final

 Salida de la Andanada

 Salida de la Plaza