viernes, 3 de mayo de 2013

Goyesca del 2 de Mayo. Triunfo de Aguilar en el Día de Cornejo

 Abeya en su nido (con Alipín al quite)

José Ramón Márquez

Para hoy, festividad del 2 de mayo, corrida de toros en Las Ventas con todo el mundo disfrazado, con un torero de Ibiza, otro de Aranda de Duero y otro de Madrid y con toros de los Hermanos Lozano de procedencia Núñez. Hoy se trajeron de la Lozano Factory tres de Lozano Hermanos y otros tres de El Corijillo, segundo día consecutivo de ganadería con sufijo. Reseñemos, además, que como segundo sobrero en su lóbrega mazmorra se encontraba nuestro amigo de tantas tardes, el jabonero de Aurelio Hernando, que lleva en el corredor de la muerte ni se sabe el tiempo y que, de momento, se va librando de poner sus pezuñas en la Plaza.
 
Corrida seria en conjunto, algo dispareja en sus cabezas, con un toro muy feo por delante, muy estrecho de sienes, que fue el tercero, Arquero I, número 35, y con otros muy astifinos y ofensivos como el primero, Avellanita, número 71, y el cuarto, Arquero II, número 29. Comportamiento mayoritariamente abanto de salida y con pocas ganas de penco, todos se dieron más o menos su garbeo de mansedumbre por la zona de chiqueros cuando entraban a la Plaza los aleluyas. El más remiso para quedarse a hacer migas con los del castoreño fue el Arquero II, que en cuanto sentía el hierro en su espalda salía de naja como alma que lleva el diablo. Como la mansedumbre es una constante característica histórica del ganado de lidia, nada hay que objetar a los pies en polvorosa del Arquero, que además habría que ver qué harían muchos de los que se ponen como energúmenos porque el toro no quiere arreglos con los arre, si a ellos les pusiesen una vara, aunque fuese de refilón.

Más decepcionante que la mansedumbre es la bobería, como la que presentó el tercero, un muermo de bicho llamado Arquero I, o el pelmazo del quinto, que para más inri atendía por Marchoso, número 9.
 
Ferrera ha cambiado ya desde el pasado año. Parece que trae mayor claridad de ideas y más desparpajo frente a la adversidad. A su primero le fue haciendo una “faena” bastante larga por diversos lugares de la Plaza. El bicho imponía un respeto impresionante con su aspecto y sus pitones, pues era un toro con trapío, diríamos, por si a alguien le suena este antiguo vocablo. Acabó con el animal de una habilidosa estocada cuarteando. Lo de su segundo es más interesante. El bicho no tenía la más mínima intención de echarse a los caballos; incluso tras mover el penco que montaba Alonso Sánchez hacia el tendido 6 no se había conseguido que allí tampoco recibiese su ración de vara, por lo que el matador pide el cambio, que se le concede. Es sacar don Trinidad el moquero y armarse la tremolina en el tendido donde, acaso imbuidos de la cosa goyesca, unos demandaban perros, otros el desjarrete y otros el tueste. En realidad no parecía que hubiese nadie que apreciase la arriesgada apuesta que había asumido el matador, dejando crudo a un toro que no había manifestado de manera clara su condición ante los engaños y el llamado respetable tiró por la calle de enmedio -calle de Malasaña, diríamos en homenaje a la efemérides- a base de censurar al matador y medio impedirle banderillear, como suele hacer. Finalmente la decisión del torero fue acertada, pues el toro llegó al último tercio con una embestida fiera y violenta, a veces incierta y sin renegar de su condición mansa, que permitió a Ferrera demostrar su incondicional decisión de no dejar escapar el triunfo y de plantearle al toro una pelea de poder a poder. El resumen es un trasteo emocionante que podría haber cobrado una dimensión épica si el torero hubiese traspasado la línea del hilo de los pitones y si decididamente hubiese presentado el medio pecho. El conjunto del trabajo es estimable por la raza que puso el torero, por lo que mandó y por lo que, en ocasiones, tragó. Mató de una estocada trasera de buena ejecución, atacando en rectitud al toro.

Con Morenito de Aranda me he quedado en blanco. No sé qué me pasa con este torero que es como un vaso de agua clara, que ni color, ni sabor, ni olor. Su aspecto aflamencado me resulta muy chocante en un paisano de los Hermanos Pascual y además es que no le veo la gracia. Dio muchos pases a su primero, Gatera, número 46, que eran exactamente eso: dar pases. En algunos, con el aflamencamiento antes señalado le salía la cosa como de más arte, especialmente en los adornos, pero lo innegable es que antes de abandonar la Plaza ya no quedaba en la mente nada de la labor del Arandino. Al tal Gatera lo banderilleó Luis Carlos Aranda con muchísima torería y exposición. Su segundo, Marchoso, número 9, era un pelmazo de tomo y lomo. No es de extrañar que el bicho estuviese baqueteado, porque el año pasado lo tuvieron de sobrero en Albacete en Septiembre y el pobre animal estaría harto de tanto viajar. El mitin que podía haber habido durante el segundo tercio sólo fue conjurado por el rigor que puso Luis Carlos Aranda bregando con maestría y exquisita suavidad, regalo para quien supiera verlo. En cuanto a la cosa de la muleta, el torero era el mismo y el toro era peor, con lo que todo queda dicho. Lo mató a la última.

Daba cosa ver a Alberto Aguilar frente al gigantón de Arquero I, su primer toro. El animal tampoco pasará a los anales de su vacada a causa de su sosería y su descaste, frente a las que Aguilar puso valor y firmeza. En su segundo,  Pianista, número 12, un toro de más exigencias que el anterior, Aguilar volvió a presentar idénticas credenciales, toreando por abajo pero sin romper al toro por esa maldita manera de torear que ahora está de moda. A causa de eso, el animal llega a la muerte porque se pasa la hora, no porque el bicho la demande y eso hace que se demore en preparativos el momento supremo y que el público se enfríe. Posiblemente el éxito de Aguilar en este 2 de mayo habría sido de mayor enjundia si se hubiese metido un poco en el terreno del toro y si hubiese llevado el estoque de verdad desde el principio. Pero esto es predicar en el desierto. En cualquier caso deja buen cartel y ganas de volver a verle. Es torero que luce con el toro.


 Padrenuestro de la expectación

 Ferrera, Aguilar y Morenito

 Por el Goya

 Cavalleria rusticana

 Hueste arenera

 Mulas

 Camaradería

 Una infanta de España y un presidente

El sombrero del picador

 Faustino en la escalera

 Títere

 Torilero titular

 Torilero suplente

 Cucho en la soledad de la andanada

 Partitura

Recogiendo el estoque a paso de minué
 
 Simón (del semidesierto)

Dos de Mayo