viernes, 22 de febrero de 2013

Marañones

Klaus Kinski en Aguirre, la cólera de Dios

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Marañones eran los perturbados que en busca de El Dorado se embarcaron con Lope de Aguirre por el Amazonas (llamado entonces Marañón): esta historia es popular por la novela de Ramón J. Sender (“La aventura equinoccial de Lope de Aguirre”) y por la película de Werner Herzog (“La cólera de Dios”), con Klaus Kinski, papá de la inacabable Nastassja, en el papel del loco de Oñate.

    Y marañones quieren ser esos doctores que periódicamente se manifiestan en Madrid en defensa de la sanidad pública con banderitas republicanas.
    
El doctor Marañón debió de ser un hombre formidable, que en Ruano, por ejemplo, producía una impresión casi física de seguridad tremenda.

    –Parece que estando próximo a él, siquiera en la misma ciudad, no podrá uno morirse de ningún modo.
    
Fue el doctor Marañón quien convenció al Rey para hacer el histórico viaje a las Hurdes, donde acabaron bañándose desnudos (y retratados por Campúa).
    
Pero un día unos amigos del rey compraron “El Sol”, y Ortega, Ayala y el doctor Marañón hicieron un manifiesto y se constituyeron en padres espirituales de la República, nacida en abril. En septiembre, ya tuvo Ortega que pegar “Un aldabonazo”: contra los malos modos y para humanizar a los jabalíes.

    –¡No es esto, no es esto!
    
El doctor Marañón esperó a que todo se hubiera hundido para hacer su diagnóstico: “Liberalismo y comunismo”.

    –Hoy, después de tantos horrores, nos parece todo aquello, que tanta pasión suscitó, una broma de colegiales. Su verdadera gravedad estuvo, no en las luchas de la calle, sino en lo que entonces no supimos ver; en que por vez primera el liberal español amparó con su liberalismo una causa profundamente antiliberal, y sólo porque estaba teñida de rojo.
    
Es lo que me recuerdan estos marañones de la tricolor, que, de querer ser, como don Gregorio, “traperos del tiempo”, ellos sólo lo serían como en el chiste: “¿Podemos jugar a los médicos?” “Sí.” “Vale. Vuelvo en un par de horas.”