viernes, 30 de noviembre de 2012

Protesto

Manolo Morán subastando las tasas de Gallardón
 
Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Dice Gallardón que protestar contra su tasazo es de “lobbies” reacios a perder un privilegio, y así nos tiene, que no sabemos qué ponernos (¿cómo se viste un “lobby”?).

    Gallardón tiene una idea del dinero propia de quien no está acostumbrado a hacerse cargo de las cuentas, y de ahí esas multas salvajes que nos dejó en el Ayuntamiento y esas tasas riñoneras que ha traído al ministerio de Justicia, donde, por cierto, no se cobran por falta de formulario, justificante, póliza o lo que sea del verdadero ministerio de Justicia, que es el de Hacienda.

    Galdós a precio de J. K. Rowling: la modernidad de Gallardón.

    De ahí ese papel de feriante a lo Manolo Morán que le toca hacer ahora al ministro, ofertando por la megafonía de la tómbola las rebajas que el “share” de la demagogia aconseje: para el niño, para la señora, para el caballero… De lo bueno lo mejor y de lo mejor lo superior.
    
Hablando del “protesto” (aquel pliego notarial de las letras para asustar a los pobres como “Plácido”), advertía el Séneca de que la economía moral, que es la nuestra, tiene también su ley de oferta y demanda, y las resistencias bajan cuando suben las tentaciones.

    Si mengua la resistencia contra el tasazo es porque aumenta la tentación de no pagarlo.

    El propio Séneca aludía a un tarambana jerezano que fundó en La Habana una “Agencia para el cobro de cuentas difíciles”: cada cuenta era llevada al deudor por un negrito vestido con frac colorado y pantalones verdes. Al principio, enajenados por la vergüenza, los deudores se disparaban en la sien, pero en seguida pasaron a disparar contra los fracs, y quebró la agencia.

 Cuando la reabran, si no se legaliza el duelo, a un periodista tendrá que tocarle el Cervantes para poder entablar un pleito.