martes, 13 de noviembre de 2012

La guerra fría ante la huelga general

Festividad de San Martín
Plaza Mayor de Madrid

José Ramón Márquez

Lo concreto es concreto porque es la síntesis de múltiples determinaciones,
 por lo tanto unidad de lo diverso.
Marx

Ahí, descarnadamente ante la huelga general, tenemos de manera concreta a los actores, que resultan ser sombras chinescas. El capitalismo, ese astroso Mickey Mouse estrafalariamente vestido de Tío Sam se quita la careta de su despiadada acción en pos de la ganancia como único fin, a donde ha sido conducido a hombros de toda esa lúgubre caterva de economistas sostenidos por tanta sigla, SA, MBA, CEO, EBITDA, jaculatorias que tan sólo son formas de nombrar el propio, descarnado, beneficio. Enfrente, la vanguardia de la clase obrera, ese Papá Pitufo, dirigente de la recua igualitaria de hombrecillos azules, todos iguales, todos felices. En su morral el pitufo barbudo exhibe el anagrama de las Comisiones Obreras, las de las viejas huelgas de Standard y Boetticher, y en él transporta su íntimo drama que no es otro que la constatación de que la clase obrera, perdido su orgullo de clase, tomados los viejos barrios por poligoneros, shopping malls y seguidores del Gran Hermano o de Gandía Shore, es ya la pura decadencia de la cultura proletaria, restos de una superestructura en la que las fábricas han sido sustituidas por narcóticos subsidios.
 
En el fondo, el contrapeso de las clientelas. Digamos de manera simplificada que a medida que la llamada ‘izquierda’ fue desviando más y más su acción hacia el ecologismo, las minorías, el género o las opciones sexuales, los obreros transformados en propietarios se fueron echando más y más hacia la llamada ‘derecha’. Simultáneamente, a medida que la llamada ‘derecha’ fue adoptando discursos de aire ‘comprometido’, muchos hijos de la clase media, especialmente de la pequeña burguesía adoptaron el  pensamiento progre echándose más y más hacia la llamada ‘izquierda’.
 
Lo que aletea aún, aunque parezca mentira en plena época de la globalización, son solamente hilachas y retazos movidos por un vientecillo cuyo impulso procede del XIX. Acaso sean ellos, los propios actores, los únicos que no se percatan de que ya sólo son unos fantoches: Mickey Mouse, viejo patrono, con la careta quitada, y Papá Pitufo, liberado de Comisiones, viejos covachuelistas poniéndose de acuerdo para que nada cambie.

¿Y qué les une? Pues probablemente su conservadurismo y, sobre todo, una palmaria  ignorancia sobre qué se debería hacer.