martes, 11 de septiembre de 2012

Paulismo




Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Dos videos nos han impedido discutir si vamos a poder llevar “tupper” a Eurovegas: el video de Los Yébenes, que pide a gritos una pluma habanera, como la de aquel cronista que citaba Carlos Franqui y que escribió: “Los dos tortolitos hicieron su nido pajita a pajita”; y el video de Paula.
    
Mi gitanismo es un tema literario y nada más –dejó dicho de una vez por todas Lorca en “La Gaceta Literaria”.

    Como mi paulismo.

A Paula le dieron el otro día la llave de oro del parador de Ronda, y porque la llave no fuera de oro o porque ejercer de gitano es saberse nieto de faraones, a la invitación del anfitrión (“y ahora el maestro nos va a honrar con unas palabras”) respondió el patriarca, caliente por la demora de la alcaldesa, con un buche de agua y un discurso catilinario por lo calé y calé por lo catilinario que concluyó así:

    –Y me voy a Jerez de la Frontera donde las papas se comen enteras.
    
En esta cultura de lambiscón y tente tieso ese sentido paulino de la realeza sólo había podido permitírselo Thomas Bernhard, el gran fox terrier de pelo duro de la literatura austriaca, con la publicación (póstuma, eso sí) de “Mis premios”.
    
Y Heisenberg, precisamente el científico atómico, me preguntó varias veces por qué los escritores lo veían todo siempre con tanto desagrado, el mundo no era así.
    
¿Qué sabe del mundo un científico atómico?

    Puede que el mundo, en efecto, no sea desagradable: es esta mentalidad lineal, que culmina en la cultura del discurso (¡el discurso de Íker y Xavi!), la que lo vuelve insoportable.
    
Bernhard y Paula son esa bandeja que se cae en medio de un domingo por la tarde, toda la tarde de domingo de este mundo nuestro, lleno de gente sin interés.