viernes, 7 de septiembre de 2012

Mujeres



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Una concejala de Los Yébenes, Toledo, salta a la red con un video doméstico en actitud de algo que Desmond Morris llamaría “ensoñación orgásmica” y la fama (quien sabe cómo surge toda fama desconfiará de la fama de que goza la virtud, dicen los nietzscheanos) la convierte en Marianne (nada que ver con Mariano) de la socialdemocracia española.
    
¡Basta ya de esa España de Bernarda Alba! Por favor, Olvido, no dimitas –exclama Madina, jefe socialista, a la concejala, que seguramente no tenga leído a Lorca y amenazaba con dimitir.
    
El mismo día, en la calle de Méndez Álvaro, en Madrid, una monja más que octogenaria recibe de un sujeto veinteañero, sin mediar palabra, una patada en la cara que le causa heridas muy graves, sin que la muchachada de Madina, la gala de Madina , la flor de Alfredo, exclamara algo así:
    
¡Basta ya de esa España de Neruda! Por favor, hermana, no se muera.
    
Porque Neruda era al que le parecía delicioso dar muerte a una monja con un golpe de oreja.
    
La diferencia, otra vez, está en la condición progresista de la concejala, que ya no dimite, y la condición reaccionaria de la monja, que no se sabe si muere.

    Elena Valenciano, que podría perder su puesto a manos de la al fin más famosa Olvido Hormigos, y Esperanza Aguirre, la que según Tomás Gómez quiere traernos a Al Swearengen a Alcorcón, han salido como lobas capitolinas a defender la libertad republicana de la política yebenosa para placearse con eso que la Naturaleza ha puesto al alcance, y volvemos a Desmond Morris y su alegato promasturbatorio, de todas las criaturas en situación de aislamiento, y hablamos (habla el bueno de Morris) de elefantes, leones o delfines, estos con el chorro de agua de su estanque.

    La vida.