martes, 7 de agosto de 2012

Garzón

El periódico de Roures

Ignacio Ruiz Quintno
Abc

    Con el “Curiosity” posándose en Marte y Chavela, la resucitada de Manolo Arroyo, poniendo el pie en el otro mundo, viene Garzón con la serpiente del verano:

    –Soy el último exiliado del franquismo.
    
La banalización del exilio que hace Garzón es más graciosa que la banalización del nazismo que hacen los progres con Mou, apagando el incendio tuitero que el pizpiretismo de Ana Pastor, la Eva Longoria de los pobres, había provocado con su destitución.
    
Me dejé la juventud luchando contra la dictadura –viene a decir el hijo predilecto de Torres, Jaén, aprovechándose de esa memoria de pez que es el secreto de la cultura progre.
    
Como los “zan-ryū Nippon hei” (aunque él va de Dreyfus, Garzón sólo sería un epígono hispano de Teruo Nakamura), el último exiliado del franquismo cuenta cosas que los hombres corrientes no podemos creer. Cuenta que la gente por la calle se ofrece a escoltarle, pero ya suponemos que lo que quiere esa gente es divertirse con sus cuentos de viejo luchador antifascista.
    
Cristina Losada, que sí estuvo en esa pelea, se tomó la molestia de buscar y concluyó que el pedigrí antifranquista de Garzón “es un triste folio en blanco”.
    
Estuvo en unos seminarios que no eran de los que organizaba el PCE para captar gente… La única acción heroica que se le conoce ya corresponde al 23-F. La ha contado él mismo. En su primer juzgado, Valverde del Camino, se armó de unos prismáticos para observar el cuartel de la Guardia Civil del pueblo. Ah, y guardó unos papeles.
    
Y proponía que le inventaran un historial: una novia de la ORT, un concierto de Raimon, un ejemplar de Ruedo Ibérico, una ficha policial… Lo malo es que “toda su claque cojea del mismo pie sobrevenido”.

    Que ahí está Almodóvar.