viernes, 3 de agosto de 2012

El Keynes del toreo en Huelva

Cárdeno

José Ramón Márquez

Ya está todo preparado para que llegue a Huelva el segundo Plan de Desarrollo, para la venida del Rey Midas del negocio, José Tomás Román, que acompañado de su fiel Samsagaz de la Puebla, cual flautistas del Dondín, atraen allá donde van con su musiquilla a decenas, a centenares, a millares de personas de repletas carteras.

En las escuelas de negocio ya se estudia el tomasismo como sector económico de características propias y el otro día, en The Economist, pusieron en la portada a uno de los toros que le echan al Keynes del toreo, cabeza humillada, lengua fuera y aspecto de derrengamiento generalizado, al que le caía como una piedra la letra ‘E’. Tengo entendido que en la London School of Economics que iban a montar en Madrid entre Moral Santín y Romero de Tejada ya tenían prevista una asignatura llamada ‘The trick of the bull without bull’ para la que contaban como catedrático al Pasmo de Galapagar.

Para que se vea que no hay exageración en lo que se dice, me voy al ABC y extraigo, de una información que publicaban ayer, la lluvia dorada que significa la venida del Comandante de Puesto a la ciudad de los choqueros: récord de venta de entradas en los últimos veintinueve años con cartel de ‘No hay billetes’ para hoy, venta del 70 por ciento de las localidades en abonos, hoteles llenos en los días de feria, pese a que algunos hoteleros imbuidos de responsabilidad social corporativa han llegado a triplicar el precio de las habitaciones, restaurantes llenos para la cena posterior al choque de trenes de Galapagar y La Puebla, incluso con la iniciativa de un discípulo aventajado de Arzac que pone a disposición de sus clientes un automóvil para recogerles en la Plaza y llevarles a cenar, previsión por parte de los comerciantes de duplicar las ventas en la recta final de las rebajas. Y todo eso sumado al colorido que da a la ciudad la llegada de visitantes de todas las partes de España y del mundo, cada cual con sus señas de identidad: baturros de cachirulo, árabes de chilaba, hawaianos de faldita y collar de flores, vizcaínos de acero y chacolí, gallegos de gaita, británicos de monóculo y bombín, texanos de Stetson, peruanos de quena, israelitas de kipá... todos con sus tarjetas de crédito, con sus divisas, al reclamo del gurú de la economía para poder ser testigos de su segunda y última gala en España, en su triunfal temporada 2012, que sin duda le valdrá el merecido galardón del Prestigioso Premio Paquiro y, posiblemente, la nominación al Nobel de Economía, la llamada ‘Ciencia lúgubre’, nombre que le va de perlas al Ciprés Berroqueño, tan lúgubre él de por sí.
 
Lo que no asoma por ningún lado, como puede observarse, es el toro, porque aquí el toro es algo totalmente prescindible. De la misma forma que Cristo en su purísimo Sacrificio relevó a la Humanidad de otros nuevos sacrificios, instituyendo la forma simbólica del pan y el vino, así este diosecillo menor ha relevado a la tauromaquia de la necesidad del toro, dejándole convertido en un comparsa de segundo orden y, si acaso, en el chivo expiatorio que proporciona la eficiente explicación, la coartada, de por qué no se produjo el triunfo.

Berrendo en colorado