miércoles, 15 de agosto de 2012

Apartheid

Cabeza de Vaca

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Estamos en el puente de la Virgen, que es la manera española de decir que estamos en la carretera.
    
Todo viaje es un alivio moral, dijo Alfonso Reyes para justificar los caprichosos viajes de Goethe a Italia.
    
Viajar es ser feliz. Partir es revivir un poco.
    
Desde los días de Colón y Cabeza de Vaca, el español no había viajado tanto como ahora. Para revivir un poco. Para ser feliz.
    
Los madrileños, por ejemplo, invierten cinco millones de horas anuales en desplazamientos. Pero es que, sólo en el último año, el presidente del Constitucional gastó en quince viajes 5,8 millones de euros, contra el mismo erario público que satisfizo los casi trece mil euros de Carlos Dívar en cuatro años de viajes.

    Es verdad que Dívar no pasaba de Marbella y, al decir del periodismo callejero, ¡en compañía de un señor!

    –Mis viajes fueron por asuntos de Estado –explicó el viajero.

¡En qué hora! Hasta Almodóvar, cuyas agudezas políticas constituyen la apoteosis de una calabaza, expresó su deseo de hacer una película sobre Dívar. ¡Doce mil y pico euros en cuatro años de viajes! Desde que en 1771 el capitán Cook viera surfear a un polinesio, no se sabía, al decir de los gansos progres destinados a dar la voz de alarma ante el asomo de moros en la costa, de un espectáculo igual.
    
En éstas, nos ponen sobre la mesa los 5,8 millones de euros en un año de viajes de Pascual Sala, que ha tenido la sagacidad de acallar a los gansos con una declaración que es mitad Terencio y mitad El Gallo:

El Tribunal Constitucional de España no puede permanecer ajeno al resto del mundo.

    Y así, queridos niños, entenderéis el “apartheid” mediático que a la hora de vivir del papo hay en España, o la diferencia entre ir de progre e ir de facha.