domingo, 24 de junio de 2012

La Cartuja de Miraflores (después de lo de los franceses)

Con lentes y sin manos
¿Gil de Siloé en alabastro?

Francisco Javier Gómez Izquierdo

Las tradicionales derrotas ante la selección francesa de fútbol siempre me han incomodado mucho más que contra cualquier otra nación, y no crean que la frustración viene motivada por la memez de unos muñecos que tanto solivianta a ese periodismo patrio que  aplaudió con regocijo la pared de ladrillo de Van Gaal. Tampoco por ese complejo de inferioridad tan español ante el oh lá lá del vecino presuntamente culto que veraneaba en nuestra pueblo. No son razones del común las que me hacían desear una victoria contundente ante los franceses. Es más, si mi padre, que trabajó en la Galia en los 60, se hubiese atrevido a llevarse a la familia a Francia cuando aún no era numerosa, hoy sería francés y le echaría los cristos a Laurent Blanc.

       Fusilado Lloris a las 22,30, el recuerdo fue para la Cartuja de Miraflores, mis piedras mas queridas, sin reparación hasta ayer. No es preciso recordar las afrentas del ejército napoleónico en iglesias, catedrales, conventos y demás “cuevas de superstición”, que en Burgos tuvieron al General Darmagnac como ejecutor imperial. Este monsieur que está inscrito en el Arco del Triunfo parisino, junto a las victoriosas batallas de la Guerra de España, compró él solito y creo que sin dinero el monasterio de las Huelgas, el convento de Santa Clara, el Monte de la Abadesa y la Cartuja de Miraflores, y como todo pasó a ser suyo hizo lo que quiso con sus propiedades. Soldados, caballos, burros y mulas durmieron, comieron y vomitaron... además de otras necesidades en la espaciosa nave de la Cartuja. Se destrozaron muchísimas figuras de alabastro del espectacular sepulcro de Juan II e Isabel de Portugal y.... ¡bueno! ya saben ustedes lo que pasó en España hace 200 años.


  San Juan Bautista, patrón de los solitarios


      Al parecer, los generales franceses eran más aficionados a la pintura que a la escultura, destacando la sensibilidad del Mariscal Soult, que tuvo que abandonar en plena huida toda una pinacoteca por la parte de Vitoria en la que iban varios cuadros burgaleses, colección que fue  muy bien recibida por míster Wellington. Darmagnac buscó consejo en expertos y además de con cuadros cargó carros con varias esculturas que se llevó a su Tolosa francesa y que la parentela ha ido vendiendo como mejor dispuso. No estoy al corriente porque ya no se me quedan las cosas en la cabeza, pero creo que hasta en Nueva York hay piezas escultóricas de la impresionante  tumba de los reyes castellanos, obra de Gil de Siloé, un artista sin patria.

       En la Cartuja localicé al patrón de los futbolistas, que no es otro que San Hugo de Grenoble, la mirada de San Bruno, las gafas de Gil de Siloé y el agradable silencio de los patronos de los solitarios: María Magdalena y San Juan Bautista, del que hoy es su “mistérico” día.


 Burgos en París
La “cosa” fue en Gamonal