lunes, 23 de abril de 2012

El señorío era esto

Puesto de abanicos, ayer, en Las Ventas
 

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    El señorío no era aplaudir al Barcelona, como los propagandistas del régimen habían hecho creer al piperío, que aplaudía con esa alegría pipera (y pepera) de ponerse en pie en la tribuna del Bernabéu para aplaudir a Iniesta, “que es español”, y a todo el Barcelona, “que es el mejor equipo de la historia”.

    El señorío es ganar a ese nuevo rico que es el Barcelona. Y en el Camp Nou, para echar abajo ese muro detrás del cual, como ocurría en Berlín, sólo había colorín, propaganda y hambre, o sea, tiqui-taca, regateo de “botiger”, esclavización del gusto al rondo de cualquier Xavi Hernández que quiera colocarte unos paños de Tarrasa, que es su pueblo. ¡Xavi Hernández! Ese invento eurocopero de Luis Aragonés del que se apropió Guardiola.

    Estocada al tiqui-taca y puntilla a sus Desdémonas, figura escogida por Wall Street Journal para describir el comportamiento antideportivo durante estos años de los Alves, Busquets, Iniestas y demás ralea.
    
El del sábado, con todo el trompeterío necesario para derribar la muralla de Jericó, fue un partido de entrenador, el mejor entrenador del mundo, que es portugués y se llama José Mourinho, campeón de Liga en Portugal, en Inglaterra, en Italia y… en España, donde ha tenido que enfrentarse al Mejor Equipo de la Historia y al agit-prop que semejante mentira conlleva. Los árbitros le privaron de la Champions de 2011 y de la Copa del Rey de 2012. “Friki”, “macarra” y “nazi” son las cosas más elegantes que le ha dicho la intelectualidad en la prensa del señorío. Ha pulverizado el registro goleador de la Liga, pero cualquier becario del periodismo se siente autorizado a afearle la cosa táctica.

    Contra un arbitraje torticero hasta la náusea, Mourinho recuperó para el Madrid el verdadero señorío (el señorío de señorear la Liga) en Barcelona. Con Casillas de señor de negro (el señor de negro de Mingote), como debe ser, y concentrado como no se le veía desde la final de Copa en Valencia. Con Pepe, inmenso como “stopper”, y no por la estopa que sus linchadores le atribuyen. (A Pepe, acaso por su cara de cascabel pisado, le pisa todo el mundo: esta vez, el pequeño Iniesta). Con Khedira, cada día más Pulp Fiction (Travolta). Con Coentrao hecho un león con mechas, las mechas que disgustan a los piperos, más ese cigarro que los lleva a cantarle el “Ni un cigarro” de Paquita la del Barrio.
    
En cuatro días, Coentrao ha pasado por la garlopa a los dos mejores atacantes de banda derecha en Europa, Robben y Alves, cuya frustración los llevó al desahogo de las coces: ambos debieron ser expulsados.
    
Mas para darle al presidente hay que darle a Mourinho, y para darle a Mourinho hay que darle a Coentrao, que costó lo mismo que Chigrinski, aquel capricho de Guardiola, y Chigrinski, con su pinta de Pablo Abraira saliendo del “pilates”, acabó siendo paloma por querer ser gavilán, pues, que se sepa, no pasó por la garlopa a nadie.

    Me gusta el señorío de Mou. Huele a victoria.


BRILLO DE HOJALATA
    La estrella del partido del Camp Nou fue Cristiano Ronaldo, el único futbolista que, por el único pecado de no coleguear con sus pedantes redactores, ha merecido de la prensa socialdemócrata una felonía con balcones a la calle (que si el padre bebía…) y un insulto editorial: “Estrella de hojalata”. Para Khedira, que es como el palo mayor del barco de Mourinho (y del de Löw), fue la fama del gol del récord, pero para Cristiano fue la gloria del gol que inauguraba una decadencia. Y no a todo el mundo le es dado presenciar una decadencia.


 Puesto de capotines, ayer, en Las Ventas