viernes, 23 de marzo de 2012

El palo de Casillas



Ignacio Ruiz Quintano

Abc

La mano de Mariano (el de la “barba desaliñada”, que dicen los traperos de Reuters) se ve en cómo hemos dejado de hablar de la prima de riesgo para hacerlo del palo de Casillas.

En la comedia de Mihura “Ninette y un señor de Murcia”, Casillas sería el señor de Murcia, que es como decir el novio de España, ahora que Casillas por fin se nos va a casar.

Casillas se recoge cuando empieza a perder pelo, pero lo que la gente llama el palo de Casillas no es su clara ni su boda, sino el agujero de esa portería suya que parece ya una conserjería para toda la vida, bien puesta y bien pagada, por donde pasan los golpes francos como Pedro por su casa.

Decimos, pues, el palo de Casillas como decíamos la piedra de Dante, el burro de Buridán, el huevo de Colón o la encina de Tasso, por citar nombres a la altura, en fama, del Mejor Portero del Mundo.

Tasso, el poeta que se sentaba a la sombra del tronco de árbol que los guías enseñan en el Janículo de Roma. Colón, el del huevo olvidado en el camarote de Colón. (“¿Qué es esto?”, preguntaría cualquier periodista. “El huevo de Colón”, respondería cualquier historiador.) Buridán y su burro, que no es el “equus africanus asinus” del nacionalismo catalán, sino un simple parangón escolástico sobre la voluntad. Dante y la piedra donde acostumbraba tomar el fresco en Florencia…

El palo de Casillas deviene en palo de gallinero, en “déjà vu” del buen rollito, en enésima toma publicitaria de lo que los memos llaman La Roja, esa SL cuyo 51 por ciento lo pastorea… el guardiolismo, con sus “botiguers de la humilitat”.