lunes, 28 de noviembre de 2011

Las altas gateras de la Justicia

Gatera alta en Castilla

Francisco Javier Gómez Izquierdo

Tomo mi cortado de rigor hacia las cuatro y coincido con mi buen amigo “el carcelero”, aquél que se indignara porque a un “pelaespigas” le condenaron por intentar robar unas gallinas -y digo intentar robar, pues ni siquiera entró en la finca donde estaban- a dos años y cuatro meses.

-El pobre aún sigue preso... y lo que le queda.

Como me sorprendió el caso, suelo preguntarle por el cuatrerillo, y Antonio, que es el cantinero, nos enseña El Mundo del día, donde aparece el extraño caso de un sobrino de Chaves, condenado a tres años y medio por abusos a menores y al que han clasificado en 3er. grado (sólo se va a la cárcel a dormir de lunes a viernes, teniendo libres fines de semana y días de fiesta). El carcelero se hace de cruces y noto que se le soliviantan los gatos de la tripa. Y va el tío y nos cuenta un caso que él conoce muy bien:

-Hará siete u ocho años, un niño pijo de Lérida y su colega, hartos de drogas y alcohol intentaron abusar de una moza de Mollerusa. Los detuvieron y entraron preventivos. Los padres del niño pijo contactaron con la víctima y la indemnizaron generosamente con el compromiso de aminorar la gravedad del delito. Prestigiosos abogados negociaron con el colega del “niño bien” para que se declarara único culpable, garantizándole una pena mínima, pues la petición fiscal se quedó en dos años. El juez le puso en libertad provisional sin fianza y el muchacho se bajó a un pueblo de Málaga a trabajar de camarero. A los dos años subió a Cataluña al juicio, y al volver al Sur se presentó en el cuartelillo de la Guardia Civil donde explicó que estaba a la espera de que le bajaran una sentencia. Un día, los civiles le dijeron que les acompañara al Juzgado y allí recogió una condena de 16 meses. Teniendo en cuenta que había estado cuatro meses preventivo, le quedaban doce meses. Habló con su jefe y pidió un mes de permiso con la confianza de que sería clasificado en 3er. grado, como así se lo habían prometido en Lérida... ¡Y aquí entra el Equipo de Tratamiento, una especie de Sanedrín penitenciario, compuesto por psicólogos, juristas -mucho nombre para tan poco sentido-, trabajadores sociales, etc...! En las cárceles, casi todos los miembros de los Equipos son “miembras”, y donde digo psicólogo, debéis entender psicóloga, y donde digo jurista, debéis entender... ¡Bueno, hay “juristos” que son de aúpa molinera!

El amigo carcelero apura el café y salimos a la terraza a echar un purito.

-A V. le clasificaron en 2º grado y hasta los seis meses no volvieron a estudiar su clasificación, manteniéndolo en el mismo grado. El tal V., que era un pelín sordo y un tanto sentimental, creo que en una de las entrevistas con la psicóloga le dijo que él no era lo que ella pensaba y que rezaba por que no haya juzgador después de la muerte. Lo cierto es que al negarle los dos primeros permisos, no volvió a solicitarlos, pues no entendía qué demonios podía estudiar tanta gente de título cuando la lección estaba tan clara. Cumplió a pulso los dicieséis meses.

Cuando se entere del trato al sobrino de Chaves, ya me diréis qué pude pensar. Además, nadie puede presentarse a cumplir en el CIS (Centro de Inserción Social). Los responsables del mismo deben enviar al interno a un centro de Régimen cerrado hasta su clasificación... y lo de los quince días para clasificarlo, es posible que se haya hecho legalmente, pero es legalidad que suele tardar dos meses. Los equipos de Tratamiento clasifican siempre en 2º grado, de entrada. A los condenados por delitos sexuales les exigen una terapia de una año y aún así siguen denegando no sólo el 3er. grado, sino también los permisos. Los reclusos por estos delitos consiguen su primera salida después de recurrir las denegaciones de las Juntas de Tratamiento, a los jueces de Vigilancia. Estos dan oportunidades en atención al tiempo transcurrido en prisión, comportamiento... y en el siglo que corre, si ha realizado la terapia que los psicólogos imparten. A estos tejemanejes los llamo yo las altas gateras de la Justicia.

Nos asegura que abusar de dos menores suele tener más pena que tres años y medio y que el trato de favor hacia el sobrino no se queda en trato de favor: es un insulto al funcionario que ha de explicar a muchos internos el caso del sobrino de Chaves.

-Y ahora, ¿que le decimos al robagallinas?

Gatos