martes, 22 de noviembre de 2011

La Buena Nueva

J. R. M.

LA DERROTA TAMBIÉN ES DEL VIENTO

Jorge Bustos

Por si no lo sabían, José Luis Rodríguez Zapatero todavía aparece en público de vez en cuando, incluso en calidad de presidente del Gobierno. No salió en la noche del hundimiento, aunque dicen que estaba en Ferraz comentando en el despacho de Alfredo los goles que iban encajando. Así que fue ayer cuando decidió sacar a pasear esas ojeras en cuyos surcos crece la prima de riesgo como si fuera una calabaza y esos iris traslúcidos, vítreos, intransitivos, que filtran la realidad sin retenerla como el esqueleto del chiste un trago de whisky. Nunca le he dado la mano a Zapatero, pero estoy seguro de que su tacto provoca un respingo helado, como tocar un fiambre.

Del general cuya trágica torpeza conduce a su tropa a la masacre cabría esperar alguna emotividad en el momento de anunciar la capitulación. Señores, fui yo. Me equivoqué. Soy el principal y antonomásico culpable. Anego en lágrimas mis mejillas al representarme los huérfanos y viudas que he causado. Me ofrezco como víctima propiciatoria. Haced con mis despojos lo que queráis.

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