domingo, 23 de mayo de 2010

"Basta una denuncia para separar al hombre de su hogar"


Alfredo Valenzuela
Abc de Sevilla

Kalman Barsy, uno de los escritores más originales y divertidos del ámbito latinoamericano, ha publicado «Los veinticuatro días» (Pre-Textos), que arranca con una denuncia falsa de malos tratos contra un hombre inocente.

—La primera vez que vino a Sevilla fue atraído por las historias picarescas. ¿Ha vivido alguna en la ciudad?

—No, no he tenido esa suerte, pero no descarto la idea, cuando me jubile de la Universidad de Puerto Rico. Me sentiría muy bien viviendo en Sevilla, que es una gran ciudad, y me encanta esa manera de ser de su gente. Llevo más de treinta años viviendo en Puerto Rico, y el Caribe tiene muy marcada la impronta de la cultura andaluza. No hay más que fijarse en cómo hablan el castellano y en lo fiesteros que son.

—Hasta ahora ha viajado a Sevilla tres veces, cada 21 años. ¿Quiere decir que ya no va a venir más o que piensa estar en plena forma con casi 90 años?

—No. No voy a esperar otros 21 años, aunque sí espero estar en plena forma a los noventa. Tal vez en el geriátrico, pero en plena forma.

—Su novela «Los veinticuatro días» arranca con una denuncia falsa de maltrato. ¿No acepta que el hombre sea culpable por el hecho de serlo, como quiere el legislador español?

—Es una verdadera desgracia ver cómo se ha distorsionado el espíritu de unas leyes destinadas de buena fe a proteger a las personas del maltrato conyugal. Como están las cosas, basta con una mera denuncia contra un supuesto maltratador para separarlo de su hogar, pasándose por alto la presunción de inocencia de la persona acusada. Hemos desvestido a un santo para vestir a otro. Ahora son legión los hombres despojados de lo suyo y enajenados de sus hijos por la insensatez de muchos jueces en la aplicación de estas leyes.

—La última novela de Lorenzo Silva también trata sobre las denuncias falsas y se basa en el caso real de una mujer que asesinó a su marido por encargo. ¿La literatura afronta una realidad con la que no se atreven los políticos?

Por regla general, la literatura y el arte afrontan las realidades sociales con las que no se atreven los políticos. Por eso hay tantos libros quemados en la historia de la humanidad. Este problema, el de la necesidad de reformular una relación igualitaria entre mujeres y hombres, no es una excepción.

—Un crítico afeó su novela porque el protagonista dice que una crítica literaria es fea. ¿A las feas hay que decirles guapas para tener una buena crítica literaria?

—Lo único que afeó el crítico en cuestión fue su propio manejo del oficio. Ese señor piensa que no hace falta hablar del libro reseñado y basta con expresar su propia mala leche. Lo poco que dijo de la novela fueron banalidades como ésa, que soy mucho peor escritor que Kundera, y que mis ficciones son demasiado autobiográficas. Como si me conociera personalmente y esto fuera algún defecto en sí. No sé cómo se las arreglaría para reseñar a Philip Roth.

—¿Con su novela «Amor portátil» dio una vuelta de tuerca al «Pantaleón» de Vargas Llosa?

—Bueno, si lo quieres poner así... Juro que no había leído la novela de Vargas Llosa cuando la escribí, pero sí hay unas tangencias en el sentido de que en ambas se habla de la administración de un prostíbulo y hasta cierto punto pueden considerarse novelas picarescas. En la mía, las pupilas son muñecas hinchables y al final terminan paródicamente mezcladas con la lucha guerrillera de América Latina.

—Tal vez sus novelas, para convertirse en best-sellers, sólo necesitan el empujoncito de una condena feminista...

—Siempre he abogado por una sociedad sin privilegios de género de ninguna especie. Sí he sufrido ataques por parte de un sector fundamentalista del feminismo, que padece, como todo fundamentalismo, de puntos ciegos en la lectura. Un relato mío, «Vagina dentata», donde un profesor de botánica descubre un jardín entre las piernas de su mujer y se empeña en clasificarlo, recibió críticas de este sector porque entendían que la protagonista femenina era demasiado pasiva. Les prometí escribir una segunda parte titulada «Pene dentado».

—Usted nació en Hungría pero creció en Argentina, ¿lo de Argentina no tiene remedio?

—De verdad, no lo sé. Tal vez sea en parte por la fijación nacional con el peronismo, que ya no significa nada, pero sigue vigente como una obsesión que nos impide crecer.

—¿Cree que España, con tanta corrupción y tanto cinismo político, puede alcanzar a Argentina?

Estoy seguro. Si nos ganaron en el fútbol, ¿por qué no en esto también?

—Vive la mitad del año en Puerto Rico y la mitad en España ¿qué es lo mejor de cada lado?

Eso. Que es el otro lado de éste.

—¿Qué buscan los que viajan tanto como usted?

—Mantener viva la capacidad de sorprenderse.

—¿El amor es eterno mientras dura?

—Esa frase de Vinicius de Moraes me acompaña hace mucho tiempo, y es cada vez más cierta…mientras dure.