viernes, 20 de noviembre de 2009

VIERNES, 20 DE NOVIEMBRE

SOPAS DE AJO AL DESPUNTAR EL DÍA

Benjamín Prado es un logrero intelectual que sólo piensa en redimir al débil mediante la alegación social, donde siempre se hace un lío, y confunde a Juan Urbano con Joaquín Sabina, a Joaquín Sabina con Bob Dylan, a Bob Dylan con Rafael Alberti, a Rafael Alberti con Franz Platko, y a Franz Platko con Bisente Biurrún, el cancerbero -qué bonito palabro- del Atlhetic que llegó tarde a una entrevista "porque estaba cagando". Cuando las huelgas de Diario 16 -el triste, solitario y final Diario 16-, Prado estuvo contra los huelguistas, aquellos "comunistas rumanos" (?) que quemaban palés en la madrileña calle de Albasanz para quitarse la rasca de enero, antes del cambio climático.

Mas, igual que Simone de Beauvoir se sintió mujer y artista un día que se encontró un cigarrón en su jardín, Benjamín Prado debió de sentirse proletario y artista el día que le liquidaron la última nómina de la libertad sin ira y le entró el mal rollo de los "comunistas rumanos". Se dice que la Beauvoir apretó al cigarrón en su mano y se negó a decir lo que guardaba; le quisieron abrir los dedos, pero ella huyó con su cigarrón -¡su secreto!- por el pinar y el monte, horas y horas: aquel día se sintió mujer y escritora e importante, porque tenía algo para ella sola. El Prado se agarró a García Montero, líder del coro de los grillos que cantan a la Luna, y fue a parar a la dirección de Cuadernos Hispanoamericanos, en cuya mancheta se puede seguir la evolución poético-social de Benjamín Prado en la vanguardia del proletariado por la evolución tipográfica de su nombre. Al tercer o cuarto número, la línea Director: Benjamín Prado era ya del mismo cuerpo que la cabecera.

"¡Benja! ¡Benja! ¡Benjaaaaaaa!", le llama Sabina en un hotel de Praga, la capital de la Primavera. Ésa es, al menos, la gran revelación del periódico de Roures, el basilisco del marxismo ibérico. Yo tenía un amigo que no se trataba con quien le llamara Benja, y decidí no tratarme con quien me llamara Nacho. No falla: siempre son los mismos.

Ignacio Ruiz Quintano