martes, 22 de septiembre de 2009

MANGAS Y CAPIROTES

SOBRE MANGAS Y CHALECOS

José Ramón Márquez

Hacía mucho calor y Periquito decidió que ese día no se ponía el chaleco. “¡Qué más da!”, pensó.
Nada más iniciarse el paseíllo ya hubo quien se apercibió de que en el vestido de Perico faltaba una prenda. Comenzaron a darle voces: “¡Pericooooo, el chalecooooo!”, y él ni se inmutaba. La verdad es que el traje de torero sin el chaleco, con su camisita blanca, con las chorreras y el corbatín, queda bastante desairado. Además, la anatomía de Periquito por entonces no es que fuese lo que se dice atlética. La impresión era, por decirlo de una forma sencilla, que iba vestido de ridículo. Un señor en el tendido decía: “Si hace calor para él, también lo hace para los demás”, a lo que otro respondía: “Pero Perico tiene más calor que los demás porque es el que está más gordo de todos”. Así se iba pasando la tarde de verano en Las Ventas hasta que le tocó poner banderillas, pasando en falso y rematando la carrera a los pies del tendido siete. Entonces es cuando aprovecharon los guardianes de las esencias que tienen o tenían su abono en tal tendido para recetarle a nuestro personaje algunos mensajes hirientes que no fueron totalmente de su agrado, a los que respondió de manera ostensible de palabra y de obra. Como tantas veces ocurre en ese tendido –Fundi, Padilla...-, los guardianes de las esencias no tomaron nada a bien que el hombre les respondiera -¡a ellos, el respetable, que por entonces llevaban ya dos lustros sin parar de increpar y de dar consejos contradictorios a todo el mundo!- y comenzaron a hostigarle pensando que, quizás, le zaherían. No pararon en toda la tarde y le despidieron de muy malos modos. Ni olvidaban, ni perdonaban.

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¿Y la manga? ¿Cómo es el toreo de un torero al que un músico arrebatado le ha arrancado una manga del vestido? Pues el toreo sin manga puede ser, al igual que el que se hace con las dos mangas, un toreo de mangantes de esos que echan a señores matadores de toros unos novillos que tienen la misma cara que la que uno desearía que tuviera el novio de una hija o de esos que se buscan a unos torerillos de chicha y nabo para que vayan por delante y por detrás porque la virtud se halla en el medio. Y el toreo sin manga también puede ser un toreo de manga ancha en el que lo vulgar se aplaude como oro puro y el ventajismo se representa como el más puro toreo que se puede contemplar, en el que el toreo importa menos que el torero. O un toreo de manguilla, toreo de poses sobrepuestas sobre el propio toreo para tratar de preservar el pobre cuerpo molido a porrazos por esos pueblos de Dios. Hay algunos mangues a los que esas cosas les arrebatan, llenan las plazas, vitorean y dan incontables orejas, aunque un hombre a quien le falta una manga no quiera, con toda razón, salir a hombros de la plaza y prefiere hacerlo a pie y en mangas de camisa, porque es evidente que si se sigue por aquel camino se termina en la Madrid Fashion Week, y aquí vamos lanzados hacia Barcelona.