jueves, 2 de julio de 2009

DIMISIÓN DEL JEFE DE LOS ESPÍAS

NI SERPIENTE NI ÁNGEL:TEORÍA DEL ESPIONAJE


Por César González-Ruano

Hasta el presente, que se van a decir muchas cosas totalmente nuevas de la verdadera personalidad de Mata-Hari como espía, ha habido dos direcciones diametralmente opuestas sobre la actuación que pudiéramos llamar política.
En la vida privada –demasiado pública– de Mata-Hari no puede haber versiones. Fue una cortesana controlada incluso por la policía francesa, que tuvo en su larga lista de amistades personajes de enorme importancia: ministros, millonarios, generales e incluso monarcas, cuando las cosas fueron bien, y personajes turbios, anónimos, grises “amistades” de una hora cuando las cosas iban mal y ella no se encontraba con nada más fácil que vender o alquilar su propia y bonita persona.
En su actuación de espía hay quienes la presentan como una serpiente y quienes casi la quieren hacer pasar por un ángel. Estas dos posiciones, como casi siempre ocurre con las posturas decididas, rotundas y homogéneas frente a la realidad humana dubitativa, varia, contradictoria y heterogénea, son falsas porque, entre otras razones, hay una que ha llegado el momento de proclamar: y es que un espía no es ni una serpiente ni un ángel, sino en la mayor parte de los casos, un funcionario.
Para los biógrafos y comentaristas franceses y francófilos –a excepción de Enrique Gómez Carrillo, que navega todo lo que puede entre su francofilia y la defensa de Mata-Hari–, la bailarina es un monstruo de frialdad, de engaño, de perfidia, que ha costado la vida, con sus informes, a millares de soldados de Francia. Para los comentaristas germanófilos o alemanes, la postura está, naturalmente, en negar que fuese espía. Solamente en algún momento un raro agradecimiento sentimental germano tiene una explosión casi romántica, y echándolo todo a rodar habla de los servicios que a Mata-Hari debe Alemania. Es un documento de excepcional importancia que no ha aparecido nunca citado hasta la fecha en ningún libro sobre la famosa y desgraciada mujer galante. Este documento, que hoy saco a la luz, está mencionado únicamente en Le Crepouillot, y es un trabajo especial que un alemán, Fritz Karl Roegels, publicó en el volumen Weltkriegsspionage, tirado en la imprenta Justic Moser, de Munich, que edita gran parte de las publicaciones oficiales de los archivos de guerra, del ejército y de la justicia del Reich.
He aquí un texto bastante claro:
“Hizo grandes cosas para Alemania. Ha sido el correo que aseguraba el enlace con nuestros agentes de información que vivían en ciudades enemigas. Les llevaba dinero, les llevaba órdenes e instrucciones, recibía sus ‘rapports’ y transmitía lo más importante de ellos. Fue siempre prudente y hábil y estaba perfectamente enterada de los asuntos militares. Ninguno de los hombres que la frecuentaban en su casa pudo siquiera concebir la menor sospecha”.
Nuestra posición es completamente diferente a las ya dichas, e interviene en su duelo permanente como la espada de un juez de campo cartesiano y cínico.
Mata-Hari es una espía de los alemanes en Francia. Como se verá a través del libro, ésta es una realidad sencillamente histórica. Ahora bien; por esto ni los franceses la deben presentar como un demonio, como un ser perverso, y sobre todo como un monstruo de traición, ni los alemanes como a una criatura a quien los franceses poco menos han asesinado.
Mata-Hari no era francesa ni alemana. Fue una aventurera de un país neutral: Holanda. Un ser que no tenía ningún compromiso moral, de honor ni de sentimientos con ninguno de los beligerantes.
Hay, sin duda posible, tres grandes grupos de espías, incluyendo en esta palabra de precisa imprecisión al alto espía, al informador, al confidente de escasa importancia, al individuo a quien se compra un servicio esporádico, al agente provocador, etc., e incluso al propagandista asalariado.
Esta división, que desde un punto de vista moral me parece urgente y necesaria de establecer, podría resolverse del siguiente modo:
A) Espías que trabajan por su país.
B) Espías que trabajan por un país que no es el suyo contra otro que tampoco lo es.
C) Espías que trabajan contra su país al servicio de otro extranjero.
Los espías del primer grupo son verdaderos soldados. Luchan y arriesgan su vida por su patria. Cuando pasa el tiempo pueden con todo el honor, y aun con orgullo, escribir sus recuerdos y memorias, y aunque igualmente que los otros también han podido costar muchas vidas, a nadie se le ocurre inculparlos por esto, como nadie llama asesino a un general.
A los espías del segundo grupo se los podrá juzgar con más severidad en una moral pura, pero ciertamente no con demasiada. Son seres libres de compromiso sentimental o de honor, que contratan con una de las partes un servicio muchas veces producido incluso por simpatía inicial y por ideología. Acusarles –como en el caso de Mata-Hari– de que han costado millares de víctimas es una postura unilateral y un tanto absurda, porque la otra parte puede decir con las mismas razones, que a ellos les ha ahorrado millares de víctimas.
Sólo los espías del tercer grupo me parecen los monstruos, los seres despreciables y en pecado sin perdón.
Creo que estas consideraciones primarias pueden aplicarse también fuera de lo bélico, en lo estrictamente político, en lo concretamente revolucionario, condicionando moralmente al individuo según en sus servicios sea neutral y distante a la idea que sirve, fiel a la idea o traidor a su ideal. Me parece que estos distingos son literalmente fundamentales.
Mata-Hari, pues, holandesa, no es una traidora a Francia, máxime cuando Francia nunca la dio su confianza ni a última hora cuando para probarla y cazarla, como se verá en este libro, fingió admitirla para realizar un servicio inexistente del Deuxième Bureau.



(Del libro Vida secreta de Mata Hari, de César González-Ruano, de Ediciones Luca de Tena)


***


En Mi medio siglo se confiesa a medias, César González-Ruano (Madrid, 1902-1965) cuenta una anécdota de 1929 con Federico García Lorca: “Nunca nos llamamos de tú, y un día que, coincidiendo con algunos amigos comunes, se habló de ir a casa de no sé quién para oír unas canciones al piano y que yo dije que no podía acompañarlos, recuerdo que él, quizá creyéndolo una desconsideración, me dijo destempladamente y sin que viniera a cuento:
”–Usted tendrá citada una de esas Mata-Haris que meriendan bocadillos de jamón...
”–¡Hombre, Federico!... ¡Es que usted sólo conoce marineros que meriendan nardos!”
Quince años más tarde, Ruano escribe su Vida secreta de Mata-Hari: la fascinante aventura de la espía-danzarina (de danzas rituales de carácter absolutamente sexual) cuyos enigmas no se han querido o podido revelar. Lo hace en Sitges, Barcelona, adonde ha llegado en el otoño de 1943 para un retiro voluntario que durará casi cuatro años. Escribe, con proverbial rapidez, por las mañanas, de diez a una, en El Chiringuito, el café de la playa de su amigo Calafell, “que en cuanto me veía aparecer por la puerta me traía el café con leche en vaso y el tintero y la pluma”. Dice que lo que se escribe en el café tiene algo de chiripa, “algo así como si hubiera bajado un ángel a escribirnos las cuartillas”. Dispone de tres o cuatro editores que le dan dinero por un libro que anuncie que va a escribir, y en el momento de terminar un artículo –sobre lo que quiera– dispone de cuatro o cinco sitios donde mandar ese artículo y cobrarlo a los diez minutos “al precio máximo que se paga entre nosotros”. Y anota: “Pero a los cuarenta años yo empecé a pensar que eso era poco más que nada para quien se planteara en serio un poco más que algo.”